Bible Gateway passage: Hageo 1 - Malaquías 1, Hageo 1 - Malaquías 1, Hageo 1 - Zacarías 14, Hageo 1 - Zacarías 7, Hageo 1 - Zacarías 6 - Dios Habla Hoy (2024)

Table of Contents
Llamamiento del Señor a su pueblo Visión de los jinetes Visión de los cuernos y los herreros Visión de la cinta de medir El Señor salvará a su pueblo Visión del cambio de ropas de Josué Visión del candelabro y los olivos Visión del rollo escrito Visión de la medida y la mujer Visión de los cuatro carros de guerra El falso ayuno La desobediencia, causa del destierro Promesa del Señor La liberación de Jerusalén El Señor es mi Dios Llamamiento del Señor a su pueblo Visión de los jinetes Visión de los cuernos y los herreros Visión de la cinta de medir El Señor salvará a su pueblo Visión del cambio de ropas de Josué Visión del candelabro y los olivos Visión del rollo escrito Visión de la medida y la mujer Visión de los cuatro carros de guerra El falso ayuno La desobediencia, causa del destierro Promesa del Señor La liberación de Jerusalén El Señor es mi Dios Llamamiento del Señor a su pueblo Visión de los jinetes Visión de los cuernos y los herreros Visión de la cinta de medir El Señor salvará a su pueblo Visión del cambio de ropas de Josué Visión del candelabro y los olivos Visión del rollo escrito Visión de la medida y la mujer Visión de los cuatro carros de guerra El falso ayuno La desobediencia, causa del destierro Promesa del Señor La liberación de Jerusalén El Señor es mi Dios Llamamiento del Señor a su pueblo Visión de los jinetes Visión de los cuernos y los herreros Visión de la cinta de medir El Señor salvará a su pueblo Visión del cambio de ropas de Josué Visión del candelabro y los olivos Visión del rollo escrito Visión de la medida y la mujer Visión de los cuatro carros de guerra El falso ayuno La desobediencia, causa del destierro Llamamiento del Señor a su pueblo Visión de los jinetes Visión de los cuernos y los herreros Visión de la cinta de medir El Señor salvará a su pueblo Visión del cambio de ropas de Josué Visión del candelabro y los olivos Visión del rollo escrito Visión de la medida y la mujer Visión de los cuatro carros de guerra References

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1En el año segundo del gobierno del rey Darío, el día primero del sexto mes, el Señor, por medio del profeta Hageo, se dirigió al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Salatiel, y al jefe de los sacerdotes, Josué, hijo de Josadac.

2-3Y esto es lo que dijo el Señor todopoderoso por medio del profeta: «Esta gente dice que todavía no es tiempo de reconstruir mi templo. 4¿Y acaso para ustedes sí es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas? 5Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 6Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto. 7Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 8Vayan a las montañas, traigan madera y construyan de nuevo el templo. Yo estaré allí contento, y mostraré mi gloria. 9Ustedes buscan mucho, pero encuentran poco; y lo que guardan en su casa, yo me lo llevo de un soplo. ¿Por qué? Pues porque mi casa está en ruinas, mientras que ustedes sólo se preocupan de sus propias casas. Yo, el Señor, lo afirmo. 10Por eso no cae para ustedes la lluvia, ni la tierra les da sus productos. 11Yo fui quien trajo la sequía sobre los campos y sobre los montes, sobre el trigo, los viñedos y los olivares, sobre las cosechas del campo, sobre los hombres y los animales, y sobre todas sus labores.»

12Zorobabel, Josué y el resto de la gente sintieron miedo cuando oyeron lo que el Señor les decía por medio del profeta Hageo, esto es, lo que Dios el Señor le había encargado que dijera. 13Entonces Hageo, el mensajero del Señor, les habló en nombre de Dios, diciéndoles: «El Señor dice: “Yo, el Señor, lo afirmo: Yo estoy con ustedes.”»

14-15De esta manera animó el Señor a Zorobabel, gobernador de Judá, a Josué, jefe de los sacerdotes, y al resto de la gente, y el día veinticuatro del sexto mes del año segundo del reinado de Darío empezaron a reconstruir el templo de su Dios, el Señor todopoderoso.

2El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, 2y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: 3«Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece éste que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? 4¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 5Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. 6Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. 7Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria.» El Señor todopoderoso lo afirma: 8«Míos son la plata y el oro. 9Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

10El día veinticuatro del noveno mes del mismo año del gobierno del rey Darío, el Señor se dirigió al profeta Hageo 11y le ordenó que, en el nombre del Señor todopoderoso, hiciera a los sacerdotes las siguientes preguntas en relación con la ley: 12«Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no. 13Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí.

14Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. 15De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo, 16¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte. 17Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo. 18Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo. 19Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”»

20Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo, 21y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra; 22destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano. 23Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

Llamamiento del Señor a su pueblo

1En el mes octavo del año segundo del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió este mensaje al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. Le dijo:

2-3«Yo, el Señor todopoderoso, me enojé mucho con los antepasados de ustedes. Por eso, dile ahora de mi parte al pueblo: “Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo. 4No hagan como sus antepasados, a quienes los antiguos profetas les dijeron de parte mía que abandonaran su mala conducta y sus malas acciones, pero ellos no quisieron escucharme ni hacerme caso. Yo, el Señor, lo afirmo. 5Pero ahora, ¿dónde están aquellos antepasados de ustedes? ¿Acaso vivirán siempre los profetas? 6Sin embargo, mis palabras y mandatos, que yo había encomendado a mis siervos los profetas, llegaron a los antepasados de ustedes. Y ellos se volvieron a mí, reconociendo que yo, el Señor todopoderoso, los había tratado como su conducta y sus acciones merecían.”»

Visión de los jinetes

7Éste es el mensaje que yo, el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, recibí del Señor el día veinticuatro del mes once (el llamado mes de Sebat) del año segundo del gobierno del rey Darío. 8Una noche tuve esta visión: Vi un jinete montado en un caballo rojo. Estaba parado en un valle, entre unos arrayanes, y detrás de él había un grupo de caballos, unos rojos, otros castaños y otros blancos. 9Yo pregunté: «Señor, ¿quiénes son esos jinetes?» Y el ángel que hablaba conmigo me contestó: «Yo te mostraré quiénes son.» 10Entonces el que estaba entre los arrayanes dijo: «Éstos son los que el Señor ha enviado a recorrer toda la tierra.»

11Los jinetes le dijeron entonces al ángel del Señor que estaba entre los arrayanes: «Hemos recorrido toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.» 12El ángel del Señor dijo: «Señor todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar aún antes de que vuelvas a tenerles compasión?»

13El Señor respondió con bondadosas palabras de consuelo al ángel que hablaba conmigo, 14y luego el ángel me ordenó que anunciara: «Esto dice el Señor todopoderoso: “Yo amo profundamente a Jerusalén y al monte Sión. 15Por eso mi furor se ha encendido contra esas naciones despreocupadas que, cuando yo estaba poco enojado, ayudaron a agravar la maldad. 16Por lo tanto, yo, el Señor, digo: Ahora me he vuelto con compasión a Jerusalén, y voy a hacer que el templo y toda la ciudad sean reconstruidos.”»

17El ángel me dijo además: «Anuncia también esto: “El Señor todopoderoso dice: Voy a hacer que mis ciudades prosperen mucho otra vez; voy a dar nuevo aliento a Sión, y voy a proclamar de nuevo a Jerusalén como mi ciudad elegida.”»

Visión de los cuernos y los herreros

18(2.1)Tuve otra visión, en la cual vi aparecer cuatro cuernos. 19(2.2)Le pregunté al ángel que estaba hablando conmigo qué significaban aquellos cuernos, y él me contestó: «Estos cuernos representan el poder de los que han dispersado por todas partes a los habitantes de Judá, Israel y Jerusalén.»

20(2.3)Después el Señor me hizo ver a cuatro herreros. 21(2.4)Yo pregunté: «¿A qué han venido estos herreros?» Y él me contestó: «Así como esos cuernos representan a los que dispersaron a Judá, de tal modo que nadie podía levantar cabeza, estos herreros han venido a hacer temblar de espanto y a cortarles los cuernos a las naciones que, dando cornadas a Judá, dispersaron a sus habitantes.»

Visión de la cinta de medir

2(5)Aún tuve otra visión. Se me apareció un hombre que llevaba en la mano una cinta de medir. 2(6)Le pregunté: «¿A dónde vas?» Y él me contestó: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para saber su largo y su ancho.»

3(7)Entonces vi que se iba el ángel que había hablado conmigo, y que otro ángel le salía al encuentro 4(8)y le decía: «Corre a decirle al joven que lleva la cinta de medir: “Jerusalén va a ser de nuevo habitada, y serán tantos sus habitantes y ganados que no podrá tener murallas. 5(9)Pero el Señor afirma: Yo seré como una muralla de fuego alrededor de Jerusalén, y en medio de la ciudad mostraré mi gloria.”»

El Señor salvará a su pueblo

6-7(10-11)El Señor afirma: «Yo hice que ustedes fueran dispersados en todas direcciones. Pero ahora les digo: ¡Huyan pronto del país del norte! ¡Escapen de Babilonia, donde viven desterrados ustedes, los que vivían en Sión! Yo, el Señor, lo afirmo.»

8-9(12-13)El Señor todopoderoso me ha enviado con este mensaje contra las naciones que los saquearon a ustedes: «Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos. Por eso, yo mismo lucharé contra esas naciones, y haré que sus propios esclavos las saqueen.» Así mostrará su gloria el Señor todopoderoso, y así comprenderán ustedes que él fue quien me envió.

10(14)El Señor afirma: «¡Canten de alegría, habitantes de Jerusalén, porque yo vengo a vivir entre ustedes!» 11(15)Cuando esto suceda, muchas naciones se unirán al Señor. Y él dirá: «También estas naciones serán pueblo mío. Y yo viviré entonces entre ustedes.» Así comprenderán ustedes que el Señor todopoderoso me ha enviado. 12(16)El Señor tomará nuevamente a Judá como su posesión especial en la tierra santa, y proclamará de nuevo a Jerusalén como su ciudad elegida.

13(17)¡Que todo el mundo guarde silencio ante el Señor, pues él viene a nosotros desde el santo lugar donde habita!

Visión del cambio de ropas de Josué

3Luego el Señor me mostró en una visión a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie en presencia del ángel del Señor. Al lado derecho de Josué estaba el ángel acusador, que se disponía a acusarlo. 2Entonces el ángel del Señor le dijo al ángel acusador: «¡Que el Señor te reprenda! ¡Que el Señor, que ama a Jerusalén, te reprenda! Pues este hombre es como un carbón encendido sacado de entre las brasas.» 3Josué, vestido con ropas muy sucias, permanecía de pie en presencia del ángel del Señor. 4Entonces el ángel ordenó a sus ayudantes que le quitaran a Josué aquellas ropas sucias. Luego le dijo: «Mira, esto significa que te he quitado tus pecados. ¡Ahora voy a hacer que te vistan de fiesta!» 5En seguida ordenó a sus ayudantes que pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza. Ellos se lo pusieron, y después le vistieron con ropas de fiesta. Mientras tanto, el ángel permanecía de pie.

6Luego el ángel del Señor le dijo a Josué: 7«Esto dice el Señor todopoderoso: “Anda por mis caminos y cumple todos los deberes que te he encomendado. Si lo haces así, quedarás encargado de mi templo. Cuidarás de él y de sus atrios, y yo te daré un puesto entre estos ángeles que están a mi servicio. 8Escucha bien, Josué, tú que eres el sumo sacerdote, y que escuchen también tus compañeros de la junta sacerdotal, pues todos ustedes son como una señal profética: Voy a traer a mi siervo, el Retoño. 9Yo he puesto delante de Josué una piedra de siete lados, y yo mismo grabaré en ella una inscripción. Luego, en un solo día, quitaré el pecado de este país. 10Cuando llegue ese día, podrán ustedes convidarse unos a otros a disfrutar de paz a la sombra de sus vides y sus higueras. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.”»

Visión del candelabro y los olivos

4Volvió entonces el ángel que hablaba conmigo, y me despertó como se despierta a uno que está dormido. Me preguntó: 2«¿Qué ves?» Y yo le contesté: «Veo un candelabro de oro, con un depósito de aceite encima. En lo alto tiene siete lámparas, a las que llega el aceite por siete tubos. 3Junto al candelabro hay dos olivos, uno a su derecha y otro a su izquierda.»

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «¿No sabes lo que significa?» Yo le dije: «No, señor.»

6Y él continuó: «Éste es el mensaje del Señor para Zorobabel: “No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso. 7¿Quién eres tú, gran montaña? ¡Quedarás convertida en llanura delante de Zorobabel! Él sacará la piedra principal, mientras grita la gente: ¡Qué hermosa es! ¡Qué hermosa!”»

8Después me dio el Señor otro mensaje: 9«Zorobabel ha puesto los cimientos de este templo, y él mismo será quien lo termine.» Así reconocerán ustedes que fue el Señor todopoderoso quien me envió. 10«Aquellos que no tomaron en serio los pequeños comienzos, ahora se alegrarán viendo a Zorobabel terminar las obras.»

Después de esto, el ángel añadió: «Estas siete lámparas son los ojos del Señor, que están recorriendo toda la tierra.»

11Yo le pregunté: «¿Qué son esos dos olivos, uno a cada lado del candelabro?» 12También le pregunté: «¿Y qué significan esas dos ramas de olivo que están junto a los tubos de oro por donde llega el aceite a las lámparas?» 13El ángel me respondió: «¿No sabes lo que significan?» Le dije: «No, señor.»

14Y él me contestó: «Éstos son los dos que han sido consagrados para el servicio del Señor de toda la tierra.»

Visión del rollo escrito

5Tuve otra visión. Vi un rollo escrito, que volaba. 2El ángel me preguntó: «¿Qué ves?» Le contesté: «Veo un rollo escrito, que vuela; mide nueve metros de largo por cuatro metros y medio de ancho.»

3Me dijo entonces: «Ahí está escrita la maldición que alcanza a todo el país. Según lo escrito por ambos lados, nadie que robe o que jure en falso puede quedar sin castigo. 4El Señor todopoderoso afirma: “Yo envío esta maldición para que entre en casa del que roba y en casa del que jura en falso por mi nombre. Y la maldición permanecerá allí hasta que no queden ni vigas ni piedras.”»

Visión de la medida y la mujer

5Luego salió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: «¡Fíjate en eso que aparece ahora!» 6Le pregunté: «¿Qué es eso?» Él me contestó: «Es una medida. Es la medida del pecado de los que viven en el país.»

7La medida estaba cubierta con una tapa de plomo. Y fue levantada la tapa, y había una mujer sentada dentro de la medida. 8Me dijo el ángel: «Esa mujer es la maldad.» Y la empujó adentro de la medida, y la cerró con la tapa de plomo.

9Miré otra vez, y vi aparecer dos mujeres. Tenían alas, y el viento las impulsaba. Eran alas como de cigüeña, y llevaban la medida por los aires.

10Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan esa medida?» 11Y él me contestó: «Van a construirle un templo en Babilonia. Cuando ya esté terminado el templo, la instalarán allí, sobre un pedestal.»

Visión de los cuatro carros de guerra

6Tuve otra visión. Vi aparecer cuatro carros de guerra por entre dos montañas de bronce. 2El primer carro iba tirado por caballos rojos; el segundo, por caballos negros; 3el tercero, por caballos blancos; y el cuarto, por caballos tordillos.

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «Éstos son los cuatro vientos, que salen de delante del Señor de toda la tierra. 6El carro tirado por caballos negros va al país del norte; el tirado por caballos blancos, al país del poniente; y el tirado por caballos tordillos, al país del sur.»

7Y salieron los caballos tordillos, ansiosos de recorrer toda la tierra. El ángel les dijo: «Recorran toda la tierra.» Y ellos lo hicieron así.

8Después de esto, el ángel me gritó: «¡Mira, los que fueron al país del norte van a calmar el enojo del Señor en ese país!»

9El Señor me dio este mensaje: 10«Recoge una colecta entre los desterrados que ya han regresado de Babilonia: Heldai, Tobías y Jedaías. Luego, en el mismo día, vete a casa de Josías, hijo de Sofonías. 11Con la plata y el oro que hayas recogido, haz coronas, y ponle una en la cabeza al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac. 12Y dile: “El Señor todopoderoso afirma que el varón llamado Retoño brotará de sus propias raíces y reconstruirá el templo del Señor. 13Reconstruirá el templo del Señor y recibirá los honores propios de un rey. Se sentará en su trono a gobernar, y al lado de su trono se sentará el sacerdote, y habrá paz entre los dos. 14Y las coronas serán un recuerdo que quedará en el templo del Señor en honor de Heldai, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías.”»

15Vendrá gente de lejos, para ayudar a reconstruir el templo del Señor; y entonces reconocerán ustedes que el Señor todopoderoso fue quien me envió. Esto sucederá cuando ustedes escuchen la voz del Señor su Dios y le obedezcan.

El falso ayuno

7El día cuatro del mes noveno (llamado Quisleu), del cuarto año del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió un mensaje al profeta Zacarías. 2En aquel tiempo, el pueblo de Betel había enviado a Sarézer y a Réguem-mélec, con sus hombres, a pedir la ayuda del Señor 3y a preguntar a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor todopoderoso: «¿Habremos de seguir guardando luto y ayuno el quinto mes de cada año, tal como lo hemos hecho hasta ahora?»

4Entonces el Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 5«Di a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes: “Ustedes hacen ayuno y guardan luto el quinto y el séptimo mes desde hace setenta años. Pero no lo hacen para honrarme a mí, 6sino que cuando ustedes comen y beben, lo hacen para su propio provecho.”» 7¿Acaso no son éstas las mismas palabras que el Señor pronunció por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba en paz y llena de gente, y lo estaban también las ciudades de alrededor, y las regiones del Négueb y la llanura?

La desobediencia, causa del destierro

8El Señor se dirigió al profeta Zacarías, y le dijo: 9«Esto es lo que yo ordeno: Sean ustedes rectos en sus juicios, y bondadosos y compasivos unos con otros. 10No opriman a las viudas, ni a los huérfanos, ni a los extranjeros, ni a los pobres. No piensen en cómo hacerse daño unos a otros.» 11Pero el pueblo se negó a obedecer. Todos volvieron la espalda y se hicieron los sordos. 12Endurecieron su corazón como el diamante, para no escuchar la enseñanza y los mandatos que el Señor todopoderoso comunicó por su espíritu, por medio de los antiguos profetas.

Por eso el Señor se enojó mucho, 13y dijo: «Así como ellos no quisieron escucharme cuando yo los llamaba, tampoco yo los escucharé cuando ellos me invoquen. 14Por eso los dispersé como por un torbellino entre todas esas naciones que ellos no conocían, y tras ellos quedó el país convertido en un desierto donde nadie podía vivir. ¡Un país tan hermoso, y ellos lo convirtieron en desolación!»

Promesa del Señor

8El Señor todopoderoso me dio este mensaje: 2«Esto es lo que yo, el Señor todopoderoso, digo: Siento por Sión grandes celos, celos furiosos. 3Y he de volver a Jerusalén, para vivir allí. Entonces Jerusalén será llamada Ciudad Fiel, y el monte del Señor todopoderoso será llamado Monte Santo. 4Ancianos y ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, apoyado cada cual en su bastón a causa de su mucha edad. 5Niños y niñas llenarán las plazas de la ciudad y jugarán en ellas. 6En aquel tiempo todo esto parecerá imposible a los ojos de los que queden de mi pueblo; pero a mí no me lo parecerá. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo: 7Yo libertaré a mi pueblo del poder del país de oriente y del país de occidente, 8y lo traeré a Jerusalén para que viva allí. Ellos serán entonces mi pueblo, y yo seré su Dios, con fidelidad y justicia.»

9Esto dice el Señor todopoderoso: «Esfuércense, ustedes que en estos días han oído las palabras dichas por los profetas, desde el día en que se pusieron los cimientos para la reconstrucción del templo del Señor todopoderoso. 10Porque hasta estos días no había paga para los hombres ni para las bestias. Y a causa del enemigo, tampoco había paz para los habitantes; y yo había puesto a los unos en contra de los otros. 11Pero ahora, para los que queden de este pueblo, ya no voy a ser como en los primeros días. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 12Porque la paz estará sembrada entre ellos. Los viñedos darán su fruto; la tierra, sus productos; y el cielo, su rocío. Y yo les daré todo eso en posesión a los que queden de este pueblo. 13Y así como ustedes, los de Judá y los de Israel, fueron maldición entre las demás naciones, así yo ahora los salvaré y haré que sean bendición. ¡No tengan miedo! ¡Esfuércense!»

14Esto dice el Señor todopoderoso: «Yo había decidido castigar a los antepasados de ustedes cuando me hicieron enojar, y mantuve mi decisión. 15Ahora, en cambio, he decidido hacerles bien a Jerusalén y a Judá. Por lo tanto, no tengan miedo. 16Esto es lo que siempre deben hacer ustedes: Díganse siempre la verdad unos a otros, juzguen con justicia y procuren la paz en los tribunales; 17no se hagan daño unos a otros ni juren en falso. Porque yo odio todo eso. Yo, el Señor, lo afirmo.»

18El Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 19«Los ayunos de los meses cuarto, quinto, séptimo y décimo se convertirán en motivo de alegría, en fiestas felices para los descendientes de Judá. ¡Amen ustedes, pues, la verdad y la paz!»

20Esto dice el Señor todopoderoso: «Todavía han de venir gentes y habitantes de muchas ciudades. 21Entonces los de una ciudad se dirigirán a los de otra, y les dirán: “¡Vamos a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que nos bendiga!” Y los otros les contestarán: “¡Nosotros también iremos!” 22Y vendrán a Jerusalén muchos pueblos y naciones numerosas, a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que los bendiga. 23En aquel tiempo, diez extranjeros de las demás naciones agarrarán por la ropa a un judío, y le dirán: “¡Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes!”»

9Éste es el mensaje que el Señor comunicó contra el país de Hadrac y la ciudad de Damasco: «Las ciudades de Siria pertenecen al Señor, lo mismo que todas las tribus de Israel. 2También le pertenecen Hamat, vecina de aquellas ciudades, y Tiro y Sidón con toda su cultura. 3Tiro construyó fortificaciones, y amontonó oro y plata como quien amontona barro. 4Pero el Señor se lo quitará todo, y echará al mar su riqueza, y quemará por completo la ciudad.

5»Cuando la ciudad de Ascalón vea esto, se llenará de espanto. Gaza también sufrirá mucho, y las esperanzas de Ecrón quedarán por los suelos. ¡Gaza quedará sin rey, y Ascalón quedará sin habitantes! 6En Asdod vivirá una raza mezclada, y así humillaré el orgullo de los filisteos. 7Les quitaré de la boca la carne con sangre que comen, y de entre los dientes, los alimentos prohibidos. Pero de esa gente habrá algunos que quedarán para mí; llegarán a ser parte de Judá, y Ecrón será como los jebuseos. 8Y yo estaré atento para defender a los míos frente a cualquiera que pase por aquí. El opresor no volverá a oprimirlos, porque ahora yo vigilo con mis propios ojos.»

9¡Alégrate mucho, ciudad de Sión!
¡Canta de alegría, ciudad de Jerusalén!
Tu rey viene a ti, justo y victorioso,
pero humilde, montado en un burro,
en un burrito, cría de una burra.
10Él destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén
y los arcos de guerra.
Anunciará paz a las naciones
y gobernará de mar a mar,
del Éufrates al último rincón del mundo.

11Esto dice el Señor:

«Jerusalén, por la sangre de tu alianza,
yo sacaré del pozo sin agua
a tus presos que están en él.
12¡Ustedes, cautivos que mantienen la esperanza,
regresen a su fortaleza!
Les digo que voy a darles en bendición
el doble de cuanto tuvieron que sufrir.
13Pues he tendido mi arco de guerra, que es Judá,
y le he puesto una flecha, que es Efraín.
De ti, Sión, haré una espada,
y levantaré a tus hijos contra los hijos de Grecia.»

14El Señor se mostrará sobre su pueblo;
disparará sus flechas como rayos.
Dios, el Señor, tocará la trompeta
y avanzará entre las tempestades del sur.
15El Señor todopoderoso protegerá a los suyos,
y ellos pisotearán las piedras de los honderos
y devorarán a sus enemigos;
beberán su sangre como vino,
se llenarán de ella como un tazón,
como los cuernos del altar.

16En aquel día, el Señor su Dios
salvará a su pueblo como a un rebaño,
y brillarán los suyos en su propio país
como las piedras preciosas de una corona.
17¡Qué bueno, qué hermoso será el país!
Con la abundancia de su trigo y su vino,
nuestros muchachos y muchachas crecerán hermosos.

10Pídanle al Señor lluvias de primavera,
y el Señor, que produce los relámpagos,
las enviará en abundancia,
y a todos les dará hierba en el campo.
2La palabra de los ídolos es mentira,
y es falso lo que ven los adivinos.
Sus predicciones son sueños sin sentido,
y sus palabras de consuelo están vacías.
Por eso el pueblo vaga como un rebaño,
y sufre por falta de un pastor.

3Por eso dice el Señor:

«Mi furor se ha encendido contra los pastores,
y castigaré a los guías de mi pueblo.»
El Señor todopoderoso, que cuida de su rebaño,
de los descendientes de Judá,
hará de ellos su fuerte caballo en la batalla.
4De ellos saldrán la Piedra Angular,
la Estaca de Tienda y el Arco de Guerra.
De ellos saldrán todos los caudillos.
5Serán como soldados
que en la batalla pisan el barro de las calles;
lucharán, porque el Señor está con ellos,
y pondrán en vergüenza a los jinetes.

6Dice el Señor:

«Yo daré fuerzas a los descendientes de Judá
y salvaré a los descendientes de José.
Los guiaré de vuelta a su patria,
porque tengo compasión de ellos.
Volverán a ser como si yo nunca los hubiera rechazado,
pues yo soy el Señor su Dios,
que atiendo sus oraciones.
7Efraín será como un soldado.
Su corazón se alegrará como con vino,
y al verlo se alegrarán también sus hijos.
¡Su corazón se alegrará a causa del Señor!

8»Yo los llamaré y los reuniré,
porque los he salvado.
Volverán a ser tan numerosos
como lo fueron en otros tiempos.
9Yo los dispersé entre las naciones
pero, aun estando lejos, se acordarán de mí,
y un día volverán con sus hijos.
10Los haré regresar de Egipto,
los traeré de Asiria,
los llevaré a Galaad y al Líbano,
y serán tantos que faltará lugar para ellos.
11Atravesarán el mar de Egipto,
cuyas olas heriré.
Secaré el Nilo hasta el fondo,
destruiré el orgullo de Asiria
y acabaré con el poder de Egipto.
12Yo les daré fuerzas,
y avanzarán en mi nombre.
Yo, el Señor, doy mi palabra.»

11¡Abre, Líbano, tus puertas,
y que el fuego consuma tus cedros!
2¡Llora, oh pino,
porque cayó el cedro,
porque aquellos árboles hermosos
han quedado destruidos!
¡Giman ustedes, encinas de Basán,
porque el bosque espeso ha sido derribado!
3Lloran a gritos los pastores,
porque la hermosura de los pastos
ha quedado destruida.
Se oye el rugido del león,
porque la espesura del Jordán
ha quedado destruida.

4Esto me dijo el Señor mi Dios: «Cuida las ovejas destinadas al matadero. 5Los compradores las matan sin sentirse culpables, y los vendedores dicen: “¡Gracias al Señor, ya soy rico!” Ni siquiera sus propios pastores tienen compasión de ellas. 6Pues, del mismo modo, tampoco yo volveré a tener compasión de la gente que vive en este país, sino que voy a entregar a cada uno en manos de su prójimo y en manos de su rey. Éstos destruirán el país, y no salvaré de sus manos a nadie. Yo, el Señor, lo afirmo.»

7Entonces me puse a cuidar las ovejas destinadas al matadero. Lo hice por cuenta de los tratantes. Y me conseguí dos bastones: al uno lo llamé «Bienestar» y al otro «Unión». 8Y en un solo mes despedí a tres pastores que habían agotado mi paciencia y que me odiaban.

9Y a las ovejas les dije: «¡No volveré a ser el pastor de ustedes! ¡Si alguna ha de morir, que muera! ¡Si a alguna la matan, que la maten! ¡Y las que queden, que se coman unas a otras!»

10Tomé entonces mi bastón llamado «Bienestar» y lo rompí en señal de que quedaba anulada la alianza que Dios había hecho con todas las naciones. 11Aquel día quedó anulada la alianza, y los tratantes de ovejas, que me estaban observando, comprendieron que era el Señor quien hablaba por medio de lo que yo hacía. 12Les dije entonces: «Si les parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo.» Y me pagaron treinta monedas de plata.

13El Señor me dijo: «Toma esas monedas, el espléndido precio que me han puesto, y échalas en el tesoro del templo.» Yo tomé las treinta monedas y las eché en el tesoro del templo. 14Rompí después el segundo bastón, el llamado «Unión», y así quedó destruida la hermandad entre Judá e Israel.

15El Señor me dijo: «Y ahora hazte pasar por un pastor irresponsable. 16Porque voy a poner sobre este país un pastor que no se preocupará por la oveja descarriada, ni buscará a la perdida, ni curará a la herida, ni dará de comer a la debilitada, sino que se comerá la carne de las más gordas y no dejará de ellas ni las pezuñas. 17¡Ay del pastor inútil que abandona el rebaño! ¡Que caiga la espada sobre su brazo y su ojo derecho! ¡Que se le quede seco el brazo y completamente ciego el ojo!»

La liberación de Jerusalén

12Éste es un mensaje del Señor acerca de Israel. El Señor, que ha extendido el cielo, y ha puesto base a la tierra, y ha dado vida al hombre, afirma: 2«Yo hago de Jerusalén una copa de vino que emborrachará a todas las naciones vecinas. Cuando ellas pongan sitio a Jerusalén, también las otras ciudades de Judá serán atacadas.

3»En aquel día convertiré a Jerusalén en una piedra muy pesada para todas las naciones. Herirá a cualquiera de ellas que intente levantarla. Todas las naciones se juntarán en contra de Jerusalén, 4pero entonces yo espantaré a todos los caballos y volveré locos a sus jinetes. Cuidaré de los descendientes de Judá, y dejaré ciegos a todos los caballos de las naciones. 5Al ver esto, los jefes de Judá dirán para sí: “El Señor todopoderoso es el Dios de los que viven en Jerusalén, y el que les da fuerzas.”

6»En aquel día haré que los jefes de Judá sean como un brasero encendido entre la leña, como un fuego entre manojos de espigas. Devorarán a derecha e izquierda a todas las naciones vecinas, mientras que los habitantes de Jerusalén vivirán otra vez en su ciudad. 7Pero primero yo, el Señor, salvaré a las familias de Judá, para que no crezca el prestigio de los descendientes de David y de los habitantes de Jerusalén por encima de los demás descendientes de Judá. 8Yo, el Señor, protegeré a los que viven en Jerusalén. Los más débiles de ellos serán tan fuertes como el rey David, y los descendientes de David serán como Dios, como el ángel del Señor, que va al frente de ellos.

9»En aquel día destruiré a cualquier nación que ataque a Jerusalén. 10Llenaré de espíritu de bondad y oración a los descendientes de David y a los habitantes de Jerusalén. Entonces mirarán al que traspasaron, y harán duelo y llorarán por él como por la muerte del hijo único o del hijo mayor. 11Se hará en Jerusalén un duelo tan grande como el duelo que se hace por el dios Hadad-rimón en la llanura de Meguido. 12Familia por familia, cada una por su lado, hará duelo en el país: los descendientes de David, y también sus mujeres; los descendientes de Natán, y también sus mujeres; 13los descendientes de Leví, y también sus mujeres; los descendientes de Simí, y también sus mujeres; 14y así todas las otras familias, cada una por su lado, y también sus mujeres.

13»En aquel día se abrirá un manantial, para que en él puedan lavar sus pecados y su impureza los descendientes de David y los habitantes de Jerusalén. 2Y en todo este país destruiré hasta los nombres de los ídolos, para que no sigan siendo invocados. Y también quitaré del país a los profetas y a todo espíritu impuro. Yo, el Señor, doy mi palabra. 3Entonces, cuando alguno quiera profetizar, sus propios padres le dirán: “¡Tú has de morir, porque pretendes hacer pasar tus mentiras por mensajes del Señor!” ¡Sus propios padres lo apuñalarán cuando se esté haciendo pasar por profeta!

4»En aquel día, los profetas tendrán vergüenza de sus visiones cuando profeticen. Ninguno engañará poniéndose el manto de pieles de los profetas, 5sino que cada cual dirá: “Yo no soy profeta, sino labrador. Desde niño me he dedicado a trabajar en el campo.” 6Y si alguien le pregunta: “¿Pues qué heridas son esas que traes en el cuerpo?”, él contestará: “Me las hicieron en casa de mis amigos.”»

El Señor es mi Dios

7El Señor todopoderoso afirma:
«¡Levántate, espada, contra mi pastor
y contra mi ayudante!
¡Mata al pastor, y el rebaño se dispersará,
y yo me volveré contra los corderos!
8-9Morirán dos terceras partes
de los que habitan en este país:
sólo quedará con vida la tercera parte.
Y a esa parte que quede
la haré pasar por el fuego;
la purificaré como se purifica la plata,
la afinaré como se afina el oro.
Entonces ellos me invocarán,
y yo les contestaré.
Los llamaré “Pueblo mío”,
y ellos responderán: “El Señor es nuestro Dios.”
Yo, el Señor, doy mi palabra.»

14Ya viene el día del Señor, cuando tus despojos, Jerusalén, habrán de ser repartidos en medio de ti. 2Ese día reunirá el Señor a todas las naciones, para que peleen contra Jerusalén. Y conquistarán la ciudad, saquearán sus casas, violarán a sus mujeres y se llevarán cautiva a la mitad de sus habitantes. Sólo el resto permanecerá en ella. 3Pero luego saldrá el Señor a luchar contra esas naciones, como cuando lucha en el día de la batalla. 4Ese día el Señor apoyará sus pies sobre el Monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, hacia el lado oriental. Y un gran valle, que correrá de oriente a occidente, dividirá en dos el Monte de los Olivos. Medio monte se moverá hacia el norte y el otro medio hacia el sur, 5y ustedes huirán por ese valle que quedará entre los montes, el cual llegará hasta Asal, del otro lado. Huirán ustedes como antes huyeron sus antepasados a causa del terremoto que se produjo cuando el rey Ozías gobernaba en Judá. Y vendrá el Señor mi Dios acompañado de todos sus fieles.

6Ese día no hará frío ni habrá heladas. 7Será un día único, conocido solamente por Dios. En él no se distinguirá el día de la noche, pues aun por la noche seguirá habiendo luz. 8Entonces saldrán de Jerusalén aguas frescas, que correrán en invierno y en verano, la mitad de ellas hacia el Mar Muerto y la otra mitad hacia el Mediterráneo. 9Ese día reinará el Señor en toda la tierra. El Señor será el único, y único será también su nombre. 10Todo el país quedará convertido en una llanura, desde Gueba hasta Rimón, al sur de Jerusalén. Jerusalén estará en alto, y será habitada en ese lugar, desde la Puerta de Benjamín hasta la Puerta del Ángulo (donde antes estuvo la Puerta Antigua) y desde la torre de Hananel hasta las prensas de aceite del rey. 11Sí, Jerusalén será habitada, y no volverá a ser destruida. Sus habitantes vivirán seguros.

12Pero a las naciones que hayan luchado contra Jerusalén, el Señor las castigará duramente: a su gente se le pudrirá la carne en vida, y se le pudrirán los ojos en sus cuencas y la lengua en la boca. 13Ese día el Señor los llenará de espanto. Cada cual agarrará de la mano a su compañero, y levantarán la mano unos contra otros. 14Entonces luchará también Judá en Jerusalén, y arrebatarán a las naciones vecinas abundantes riquezas de plata, oro y ropas. 15El mismo castigo que ha de caer sobre la gente, caerá también sobre los caballos, los mulos, los camellos, los asnos y todas las bestias que los enemigos tengan en sus campamentos.

16Después de esto, los sobrevivientes de los mismos pueblos que lucharon contra Jerusalén irán año tras año a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, y a celebrar la fiesta de las Enramadas. 17Y si alguna de las naciones de la tierra no va a Jerusalén a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, la lluvia no caerá en sus tierras. 18Y si los egipcios no van, el Señor los castigará, del mismo modo que a cualquier otra nación que no vaya a celebrar la fiesta de las Enramadas. 19Ése será el castigo de Egipto y de todas las naciones que no vayan a celebrar la fiesta de las Enramadas.

20Ese día, hasta los cascabeles de los caballos llevarán la inscripción «Consagrado al Señor». Y los calderos del templo serán entonces tan sagrados como los tazones que están delante del altar. 21Todos los calderos, en Jerusalén y en Judá, estarán consagrados al Señor todopoderoso. Quienes vayan a hacer un sacrificio, los usarán, y cocerán en ellos la carne de los animales ofrecidos. Ese día ya no habrá más comerciantes en el templo del Señor todopoderoso.

1Éste es el mensaje que el Señor comunicó al pueblo de Israel por medio del profeta Malaquías.

2El Señor dice: «Yo los amo a ustedes.» Pero ustedes responden: «¿Cómo sabemos que nos amas?» El Señor contesta: «Yo los amo por la misma razón que, siendo hermanos Esaú y Jacob, amé a Jacob 3y aborrecí a Esaú. Y el país de Esaú, que era montañoso, lo convertí en un desierto, y sus propiedades en tierra sólo buena para los animales salvajes.»

4Si los edomitas, descendientes de Esaú, dijeran: «Hemos sido destruidos, pero reconstruiremos nuestra nación», el Señor todopoderoso respondería: «Ellos reconstruirán, pero yo los destruiré otra vez. Su país será llamado “País de maldad” y “Nación del eterno enojo del Señor”.» 5Ustedes lo verán con sus propios ojos, y dirán: «¡El Señor es tan grande que sobrepasa las fronteras de Israel!»

6El Señor todopoderoso dice a los sacerdotes: «Los hijos honran a sus padres, y los criados respetan a sus amos. Pues si yo soy el Padre de ustedes, ¿por qué ustedes no me honran? Si soy su Amo, ¿por qué no me respetan? Ustedes me desprecian, y dicen todavía: “¿En qué te hemos despreciado?” 7Ustedes traen a mi altar pan indigno, y preguntan todavía: “¿En qué te ofendemos?” Ustedes me ofenden cuando piensan que mi altar puede ser despreciado 8y que no hay nada malo en ofrecerme animales ciegos, cojos o enfermos.» ¡Vayan, pues, y llévenselos a sus gobernantes! ¡Vean si ellos les aceptan con gusto el regalo! 9Pídanle ustedes a Dios que nos tenga compasión. Pero si le hacen esa clase de ofrendas, no esperen que Dios los acepte a ustedes con gusto. El Señor todopoderoso dice: 10«¡Ojalá alguno de ustedes cerrara las puertas del templo, para que no volvieran a encender en vano el fuego de mi altar! Porque no estoy contento con ustedes ni voy a seguir aceptando sus ofrendas. 11En todas las naciones del mundo se me honra; en todas partes queman incienso en mi honor y me hacen ofrendas dignas. 12En cambio, ustedes me ofenden, pues piensan que mi altar, que es mi mesa, puede ser despreciado, y que es despreciable la comida que hay en él. 13Ustedes dicen: “¡Ya estamos cansados de todo esto!” Y me desprecian. Y todavía suponen que voy a alegrarme cuando vienen a ofrecerme un animal robado, o una res coja o enferma. 14¡Maldito sea el tramposo que me promete un animal sano de su rebaño y luego me sacrifica uno que tiene defecto! Yo soy el gran Rey, y soy temido entre las naciones.» Esto dice el Señor todopoderoso.

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1En el año segundo del gobierno del rey Darío, el día primero del sexto mes, el Señor, por medio del profeta Hageo, se dirigió al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Salatiel, y al jefe de los sacerdotes, Josué, hijo de Josadac.

2-3Y esto es lo que dijo el Señor todopoderoso por medio del profeta: «Esta gente dice que todavía no es tiempo de reconstruir mi templo. 4¿Y acaso para ustedes sí es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas? 5Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 6Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto. 7Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 8Vayan a las montañas, traigan madera y construyan de nuevo el templo. Yo estaré allí contento, y mostraré mi gloria. 9Ustedes buscan mucho, pero encuentran poco; y lo que guardan en su casa, yo me lo llevo de un soplo. ¿Por qué? Pues porque mi casa está en ruinas, mientras que ustedes sólo se preocupan de sus propias casas. Yo, el Señor, lo afirmo. 10Por eso no cae para ustedes la lluvia, ni la tierra les da sus productos. 11Yo fui quien trajo la sequía sobre los campos y sobre los montes, sobre el trigo, los viñedos y los olivares, sobre las cosechas del campo, sobre los hombres y los animales, y sobre todas sus labores.»

12Zorobabel, Josué y el resto de la gente sintieron miedo cuando oyeron lo que el Señor les decía por medio del profeta Hageo, esto es, lo que Dios el Señor le había encargado que dijera. 13Entonces Hageo, el mensajero del Señor, les habló en nombre de Dios, diciéndoles: «El Señor dice: “Yo, el Señor, lo afirmo: Yo estoy con ustedes.”»

14-15De esta manera animó el Señor a Zorobabel, gobernador de Judá, a Josué, jefe de los sacerdotes, y al resto de la gente, y el día veinticuatro del sexto mes del año segundo del reinado de Darío empezaron a reconstruir el templo de su Dios, el Señor todopoderoso.

2El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, 2y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: 3«Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece éste que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? 4¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 5Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. 6Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. 7Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria.» El Señor todopoderoso lo afirma: 8«Míos son la plata y el oro. 9Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

10El día veinticuatro del noveno mes del mismo año del gobierno del rey Darío, el Señor se dirigió al profeta Hageo 11y le ordenó que, en el nombre del Señor todopoderoso, hiciera a los sacerdotes las siguientes preguntas en relación con la ley: 12«Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no. 13Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí.

14Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. 15De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo, 16¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte. 17Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo. 18Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo. 19Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”»

20Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo, 21y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra; 22destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano. 23Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

Llamamiento del Señor a su pueblo

1En el mes octavo del año segundo del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió este mensaje al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. Le dijo:

2-3«Yo, el Señor todopoderoso, me enojé mucho con los antepasados de ustedes. Por eso, dile ahora de mi parte al pueblo: “Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo. 4No hagan como sus antepasados, a quienes los antiguos profetas les dijeron de parte mía que abandonaran su mala conducta y sus malas acciones, pero ellos no quisieron escucharme ni hacerme caso. Yo, el Señor, lo afirmo. 5Pero ahora, ¿dónde están aquellos antepasados de ustedes? ¿Acaso vivirán siempre los profetas? 6Sin embargo, mis palabras y mandatos, que yo había encomendado a mis siervos los profetas, llegaron a los antepasados de ustedes. Y ellos se volvieron a mí, reconociendo que yo, el Señor todopoderoso, los había tratado como su conducta y sus acciones merecían.”»

Visión de los jinetes

7Éste es el mensaje que yo, el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, recibí del Señor el día veinticuatro del mes once (el llamado mes de Sebat) del año segundo del gobierno del rey Darío. 8Una noche tuve esta visión: Vi un jinete montado en un caballo rojo. Estaba parado en un valle, entre unos arrayanes, y detrás de él había un grupo de caballos, unos rojos, otros castaños y otros blancos. 9Yo pregunté: «Señor, ¿quiénes son esos jinetes?» Y el ángel que hablaba conmigo me contestó: «Yo te mostraré quiénes son.» 10Entonces el que estaba entre los arrayanes dijo: «Éstos son los que el Señor ha enviado a recorrer toda la tierra.»

11Los jinetes le dijeron entonces al ángel del Señor que estaba entre los arrayanes: «Hemos recorrido toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.» 12El ángel del Señor dijo: «Señor todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar aún antes de que vuelvas a tenerles compasión?»

13El Señor respondió con bondadosas palabras de consuelo al ángel que hablaba conmigo, 14y luego el ángel me ordenó que anunciara: «Esto dice el Señor todopoderoso: “Yo amo profundamente a Jerusalén y al monte Sión. 15Por eso mi furor se ha encendido contra esas naciones despreocupadas que, cuando yo estaba poco enojado, ayudaron a agravar la maldad. 16Por lo tanto, yo, el Señor, digo: Ahora me he vuelto con compasión a Jerusalén, y voy a hacer que el templo y toda la ciudad sean reconstruidos.”»

17El ángel me dijo además: «Anuncia también esto: “El Señor todopoderoso dice: Voy a hacer que mis ciudades prosperen mucho otra vez; voy a dar nuevo aliento a Sión, y voy a proclamar de nuevo a Jerusalén como mi ciudad elegida.”»

Visión de los cuernos y los herreros

18(2.1)Tuve otra visión, en la cual vi aparecer cuatro cuernos. 19(2.2)Le pregunté al ángel que estaba hablando conmigo qué significaban aquellos cuernos, y él me contestó: «Estos cuernos representan el poder de los que han dispersado por todas partes a los habitantes de Judá, Israel y Jerusalén.»

20(2.3)Después el Señor me hizo ver a cuatro herreros. 21(2.4)Yo pregunté: «¿A qué han venido estos herreros?» Y él me contestó: «Así como esos cuernos representan a los que dispersaron a Judá, de tal modo que nadie podía levantar cabeza, estos herreros han venido a hacer temblar de espanto y a cortarles los cuernos a las naciones que, dando cornadas a Judá, dispersaron a sus habitantes.»

Visión de la cinta de medir

2(5)Aún tuve otra visión. Se me apareció un hombre que llevaba en la mano una cinta de medir. 2(6)Le pregunté: «¿A dónde vas?» Y él me contestó: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para saber su largo y su ancho.»

3(7)Entonces vi que se iba el ángel que había hablado conmigo, y que otro ángel le salía al encuentro 4(8)y le decía: «Corre a decirle al joven que lleva la cinta de medir: “Jerusalén va a ser de nuevo habitada, y serán tantos sus habitantes y ganados que no podrá tener murallas. 5(9)Pero el Señor afirma: Yo seré como una muralla de fuego alrededor de Jerusalén, y en medio de la ciudad mostraré mi gloria.”»

El Señor salvará a su pueblo

6-7(10-11)El Señor afirma: «Yo hice que ustedes fueran dispersados en todas direcciones. Pero ahora les digo: ¡Huyan pronto del país del norte! ¡Escapen de Babilonia, donde viven desterrados ustedes, los que vivían en Sión! Yo, el Señor, lo afirmo.»

8-9(12-13)El Señor todopoderoso me ha enviado con este mensaje contra las naciones que los saquearon a ustedes: «Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos. Por eso, yo mismo lucharé contra esas naciones, y haré que sus propios esclavos las saqueen.» Así mostrará su gloria el Señor todopoderoso, y así comprenderán ustedes que él fue quien me envió.

10(14)El Señor afirma: «¡Canten de alegría, habitantes de Jerusalén, porque yo vengo a vivir entre ustedes!» 11(15)Cuando esto suceda, muchas naciones se unirán al Señor. Y él dirá: «También estas naciones serán pueblo mío. Y yo viviré entonces entre ustedes.» Así comprenderán ustedes que el Señor todopoderoso me ha enviado. 12(16)El Señor tomará nuevamente a Judá como su posesión especial en la tierra santa, y proclamará de nuevo a Jerusalén como su ciudad elegida.

13(17)¡Que todo el mundo guarde silencio ante el Señor, pues él viene a nosotros desde el santo lugar donde habita!

Visión del cambio de ropas de Josué

3Luego el Señor me mostró en una visión a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie en presencia del ángel del Señor. Al lado derecho de Josué estaba el ángel acusador, que se disponía a acusarlo. 2Entonces el ángel del Señor le dijo al ángel acusador: «¡Que el Señor te reprenda! ¡Que el Señor, que ama a Jerusalén, te reprenda! Pues este hombre es como un carbón encendido sacado de entre las brasas.» 3Josué, vestido con ropas muy sucias, permanecía de pie en presencia del ángel del Señor. 4Entonces el ángel ordenó a sus ayudantes que le quitaran a Josué aquellas ropas sucias. Luego le dijo: «Mira, esto significa que te he quitado tus pecados. ¡Ahora voy a hacer que te vistan de fiesta!» 5En seguida ordenó a sus ayudantes que pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza. Ellos se lo pusieron, y después le vistieron con ropas de fiesta. Mientras tanto, el ángel permanecía de pie.

6Luego el ángel del Señor le dijo a Josué: 7«Esto dice el Señor todopoderoso: “Anda por mis caminos y cumple todos los deberes que te he encomendado. Si lo haces así, quedarás encargado de mi templo. Cuidarás de él y de sus atrios, y yo te daré un puesto entre estos ángeles que están a mi servicio. 8Escucha bien, Josué, tú que eres el sumo sacerdote, y que escuchen también tus compañeros de la junta sacerdotal, pues todos ustedes son como una señal profética: Voy a traer a mi siervo, el Retoño. 9Yo he puesto delante de Josué una piedra de siete lados, y yo mismo grabaré en ella una inscripción. Luego, en un solo día, quitaré el pecado de este país. 10Cuando llegue ese día, podrán ustedes convidarse unos a otros a disfrutar de paz a la sombra de sus vides y sus higueras. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.”»

Visión del candelabro y los olivos

4Volvió entonces el ángel que hablaba conmigo, y me despertó como se despierta a uno que está dormido. Me preguntó: 2«¿Qué ves?» Y yo le contesté: «Veo un candelabro de oro, con un depósito de aceite encima. En lo alto tiene siete lámparas, a las que llega el aceite por siete tubos. 3Junto al candelabro hay dos olivos, uno a su derecha y otro a su izquierda.»

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «¿No sabes lo que significa?» Yo le dije: «No, señor.»

6Y él continuó: «Éste es el mensaje del Señor para Zorobabel: “No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso. 7¿Quién eres tú, gran montaña? ¡Quedarás convertida en llanura delante de Zorobabel! Él sacará la piedra principal, mientras grita la gente: ¡Qué hermosa es! ¡Qué hermosa!”»

8Después me dio el Señor otro mensaje: 9«Zorobabel ha puesto los cimientos de este templo, y él mismo será quien lo termine.» Así reconocerán ustedes que fue el Señor todopoderoso quien me envió. 10«Aquellos que no tomaron en serio los pequeños comienzos, ahora se alegrarán viendo a Zorobabel terminar las obras.»

Después de esto, el ángel añadió: «Estas siete lámparas son los ojos del Señor, que están recorriendo toda la tierra.»

11Yo le pregunté: «¿Qué son esos dos olivos, uno a cada lado del candelabro?» 12También le pregunté: «¿Y qué significan esas dos ramas de olivo que están junto a los tubos de oro por donde llega el aceite a las lámparas?» 13El ángel me respondió: «¿No sabes lo que significan?» Le dije: «No, señor.»

14Y él me contestó: «Éstos son los dos que han sido consagrados para el servicio del Señor de toda la tierra.»

Visión del rollo escrito

5Tuve otra visión. Vi un rollo escrito, que volaba. 2El ángel me preguntó: «¿Qué ves?» Le contesté: «Veo un rollo escrito, que vuela; mide nueve metros de largo por cuatro metros y medio de ancho.»

3Me dijo entonces: «Ahí está escrita la maldición que alcanza a todo el país. Según lo escrito por ambos lados, nadie que robe o que jure en falso puede quedar sin castigo. 4El Señor todopoderoso afirma: “Yo envío esta maldición para que entre en casa del que roba y en casa del que jura en falso por mi nombre. Y la maldición permanecerá allí hasta que no queden ni vigas ni piedras.”»

Visión de la medida y la mujer

5Luego salió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: «¡Fíjate en eso que aparece ahora!» 6Le pregunté: «¿Qué es eso?» Él me contestó: «Es una medida. Es la medida del pecado de los que viven en el país.»

7La medida estaba cubierta con una tapa de plomo. Y fue levantada la tapa, y había una mujer sentada dentro de la medida. 8Me dijo el ángel: «Esa mujer es la maldad.» Y la empujó adentro de la medida, y la cerró con la tapa de plomo.

9Miré otra vez, y vi aparecer dos mujeres. Tenían alas, y el viento las impulsaba. Eran alas como de cigüeña, y llevaban la medida por los aires.

10Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan esa medida?» 11Y él me contestó: «Van a construirle un templo en Babilonia. Cuando ya esté terminado el templo, la instalarán allí, sobre un pedestal.»

Visión de los cuatro carros de guerra

6Tuve otra visión. Vi aparecer cuatro carros de guerra por entre dos montañas de bronce. 2El primer carro iba tirado por caballos rojos; el segundo, por caballos negros; 3el tercero, por caballos blancos; y el cuarto, por caballos tordillos.

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «Éstos son los cuatro vientos, que salen de delante del Señor de toda la tierra. 6El carro tirado por caballos negros va al país del norte; el tirado por caballos blancos, al país del poniente; y el tirado por caballos tordillos, al país del sur.»

7Y salieron los caballos tordillos, ansiosos de recorrer toda la tierra. El ángel les dijo: «Recorran toda la tierra.» Y ellos lo hicieron así.

8Después de esto, el ángel me gritó: «¡Mira, los que fueron al país del norte van a calmar el enojo del Señor en ese país!»

9El Señor me dio este mensaje: 10«Recoge una colecta entre los desterrados que ya han regresado de Babilonia: Heldai, Tobías y Jedaías. Luego, en el mismo día, vete a casa de Josías, hijo de Sofonías. 11Con la plata y el oro que hayas recogido, haz coronas, y ponle una en la cabeza al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac. 12Y dile: “El Señor todopoderoso afirma que el varón llamado Retoño brotará de sus propias raíces y reconstruirá el templo del Señor. 13Reconstruirá el templo del Señor y recibirá los honores propios de un rey. Se sentará en su trono a gobernar, y al lado de su trono se sentará el sacerdote, y habrá paz entre los dos. 14Y las coronas serán un recuerdo que quedará en el templo del Señor en honor de Heldai, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías.”»

15Vendrá gente de lejos, para ayudar a reconstruir el templo del Señor; y entonces reconocerán ustedes que el Señor todopoderoso fue quien me envió. Esto sucederá cuando ustedes escuchen la voz del Señor su Dios y le obedezcan.

El falso ayuno

7El día cuatro del mes noveno (llamado Quisleu), del cuarto año del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió un mensaje al profeta Zacarías. 2En aquel tiempo, el pueblo de Betel había enviado a Sarézer y a Réguem-mélec, con sus hombres, a pedir la ayuda del Señor 3y a preguntar a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor todopoderoso: «¿Habremos de seguir guardando luto y ayuno el quinto mes de cada año, tal como lo hemos hecho hasta ahora?»

4Entonces el Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 5«Di a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes: “Ustedes hacen ayuno y guardan luto el quinto y el séptimo mes desde hace setenta años. Pero no lo hacen para honrarme a mí, 6sino que cuando ustedes comen y beben, lo hacen para su propio provecho.”» 7¿Acaso no son éstas las mismas palabras que el Señor pronunció por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba en paz y llena de gente, y lo estaban también las ciudades de alrededor, y las regiones del Négueb y la llanura?

La desobediencia, causa del destierro

8El Señor se dirigió al profeta Zacarías, y le dijo: 9«Esto es lo que yo ordeno: Sean ustedes rectos en sus juicios, y bondadosos y compasivos unos con otros. 10No opriman a las viudas, ni a los huérfanos, ni a los extranjeros, ni a los pobres. No piensen en cómo hacerse daño unos a otros.» 11Pero el pueblo se negó a obedecer. Todos volvieron la espalda y se hicieron los sordos. 12Endurecieron su corazón como el diamante, para no escuchar la enseñanza y los mandatos que el Señor todopoderoso comunicó por su espíritu, por medio de los antiguos profetas.

Por eso el Señor se enojó mucho, 13y dijo: «Así como ellos no quisieron escucharme cuando yo los llamaba, tampoco yo los escucharé cuando ellos me invoquen. 14Por eso los dispersé como por un torbellino entre todas esas naciones que ellos no conocían, y tras ellos quedó el país convertido en un desierto donde nadie podía vivir. ¡Un país tan hermoso, y ellos lo convirtieron en desolación!»

Promesa del Señor

8El Señor todopoderoso me dio este mensaje: 2«Esto es lo que yo, el Señor todopoderoso, digo: Siento por Sión grandes celos, celos furiosos. 3Y he de volver a Jerusalén, para vivir allí. Entonces Jerusalén será llamada Ciudad Fiel, y el monte del Señor todopoderoso será llamado Monte Santo. 4Ancianos y ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, apoyado cada cual en su bastón a causa de su mucha edad. 5Niños y niñas llenarán las plazas de la ciudad y jugarán en ellas. 6En aquel tiempo todo esto parecerá imposible a los ojos de los que queden de mi pueblo; pero a mí no me lo parecerá. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo: 7Yo libertaré a mi pueblo del poder del país de oriente y del país de occidente, 8y lo traeré a Jerusalén para que viva allí. Ellos serán entonces mi pueblo, y yo seré su Dios, con fidelidad y justicia.»

9Esto dice el Señor todopoderoso: «Esfuércense, ustedes que en estos días han oído las palabras dichas por los profetas, desde el día en que se pusieron los cimientos para la reconstrucción del templo del Señor todopoderoso. 10Porque hasta estos días no había paga para los hombres ni para las bestias. Y a causa del enemigo, tampoco había paz para los habitantes; y yo había puesto a los unos en contra de los otros. 11Pero ahora, para los que queden de este pueblo, ya no voy a ser como en los primeros días. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 12Porque la paz estará sembrada entre ellos. Los viñedos darán su fruto; la tierra, sus productos; y el cielo, su rocío. Y yo les daré todo eso en posesión a los que queden de este pueblo. 13Y así como ustedes, los de Judá y los de Israel, fueron maldición entre las demás naciones, así yo ahora los salvaré y haré que sean bendición. ¡No tengan miedo! ¡Esfuércense!»

14Esto dice el Señor todopoderoso: «Yo había decidido castigar a los antepasados de ustedes cuando me hicieron enojar, y mantuve mi decisión. 15Ahora, en cambio, he decidido hacerles bien a Jerusalén y a Judá. Por lo tanto, no tengan miedo. 16Esto es lo que siempre deben hacer ustedes: Díganse siempre la verdad unos a otros, juzguen con justicia y procuren la paz en los tribunales; 17no se hagan daño unos a otros ni juren en falso. Porque yo odio todo eso. Yo, el Señor, lo afirmo.»

18El Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 19«Los ayunos de los meses cuarto, quinto, séptimo y décimo se convertirán en motivo de alegría, en fiestas felices para los descendientes de Judá. ¡Amen ustedes, pues, la verdad y la paz!»

20Esto dice el Señor todopoderoso: «Todavía han de venir gentes y habitantes de muchas ciudades. 21Entonces los de una ciudad se dirigirán a los de otra, y les dirán: “¡Vamos a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que nos bendiga!” Y los otros les contestarán: “¡Nosotros también iremos!” 22Y vendrán a Jerusalén muchos pueblos y naciones numerosas, a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que los bendiga. 23En aquel tiempo, diez extranjeros de las demás naciones agarrarán por la ropa a un judío, y le dirán: “¡Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes!”»

9Éste es el mensaje que el Señor comunicó contra el país de Hadrac y la ciudad de Damasco: «Las ciudades de Siria pertenecen al Señor, lo mismo que todas las tribus de Israel. 2También le pertenecen Hamat, vecina de aquellas ciudades, y Tiro y Sidón con toda su cultura. 3Tiro construyó fortificaciones, y amontonó oro y plata como quien amontona barro. 4Pero el Señor se lo quitará todo, y echará al mar su riqueza, y quemará por completo la ciudad.

5»Cuando la ciudad de Ascalón vea esto, se llenará de espanto. Gaza también sufrirá mucho, y las esperanzas de Ecrón quedarán por los suelos. ¡Gaza quedará sin rey, y Ascalón quedará sin habitantes! 6En Asdod vivirá una raza mezclada, y así humillaré el orgullo de los filisteos. 7Les quitaré de la boca la carne con sangre que comen, y de entre los dientes, los alimentos prohibidos. Pero de esa gente habrá algunos que quedarán para mí; llegarán a ser parte de Judá, y Ecrón será como los jebuseos. 8Y yo estaré atento para defender a los míos frente a cualquiera que pase por aquí. El opresor no volverá a oprimirlos, porque ahora yo vigilo con mis propios ojos.»

9¡Alégrate mucho, ciudad de Sión!
¡Canta de alegría, ciudad de Jerusalén!
Tu rey viene a ti, justo y victorioso,
pero humilde, montado en un burro,
en un burrito, cría de una burra.
10Él destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén
y los arcos de guerra.
Anunciará paz a las naciones
y gobernará de mar a mar,
del Éufrates al último rincón del mundo.

11Esto dice el Señor:

«Jerusalén, por la sangre de tu alianza,
yo sacaré del pozo sin agua
a tus presos que están en él.
12¡Ustedes, cautivos que mantienen la esperanza,
regresen a su fortaleza!
Les digo que voy a darles en bendición
el doble de cuanto tuvieron que sufrir.
13Pues he tendido mi arco de guerra, que es Judá,
y le he puesto una flecha, que es Efraín.
De ti, Sión, haré una espada,
y levantaré a tus hijos contra los hijos de Grecia.»

14El Señor se mostrará sobre su pueblo;
disparará sus flechas como rayos.
Dios, el Señor, tocará la trompeta
y avanzará entre las tempestades del sur.
15El Señor todopoderoso protegerá a los suyos,
y ellos pisotearán las piedras de los honderos
y devorarán a sus enemigos;
beberán su sangre como vino,
se llenarán de ella como un tazón,
como los cuernos del altar.

16En aquel día, el Señor su Dios
salvará a su pueblo como a un rebaño,
y brillarán los suyos en su propio país
como las piedras preciosas de una corona.
17¡Qué bueno, qué hermoso será el país!
Con la abundancia de su trigo y su vino,
nuestros muchachos y muchachas crecerán hermosos.

10Pídanle al Señor lluvias de primavera,
y el Señor, que produce los relámpagos,
las enviará en abundancia,
y a todos les dará hierba en el campo.
2La palabra de los ídolos es mentira,
y es falso lo que ven los adivinos.
Sus predicciones son sueños sin sentido,
y sus palabras de consuelo están vacías.
Por eso el pueblo vaga como un rebaño,
y sufre por falta de un pastor.

3Por eso dice el Señor:

«Mi furor se ha encendido contra los pastores,
y castigaré a los guías de mi pueblo.»
El Señor todopoderoso, que cuida de su rebaño,
de los descendientes de Judá,
hará de ellos su fuerte caballo en la batalla.
4De ellos saldrán la Piedra Angular,
la Estaca de Tienda y el Arco de Guerra.
De ellos saldrán todos los caudillos.
5Serán como soldados
que en la batalla pisan el barro de las calles;
lucharán, porque el Señor está con ellos,
y pondrán en vergüenza a los jinetes.

6Dice el Señor:

«Yo daré fuerzas a los descendientes de Judá
y salvaré a los descendientes de José.
Los guiaré de vuelta a su patria,
porque tengo compasión de ellos.
Volverán a ser como si yo nunca los hubiera rechazado,
pues yo soy el Señor su Dios,
que atiendo sus oraciones.
7Efraín será como un soldado.
Su corazón se alegrará como con vino,
y al verlo se alegrarán también sus hijos.
¡Su corazón se alegrará a causa del Señor!

8»Yo los llamaré y los reuniré,
porque los he salvado.
Volverán a ser tan numerosos
como lo fueron en otros tiempos.
9Yo los dispersé entre las naciones
pero, aun estando lejos, se acordarán de mí,
y un día volverán con sus hijos.
10Los haré regresar de Egipto,
los traeré de Asiria,
los llevaré a Galaad y al Líbano,
y serán tantos que faltará lugar para ellos.
11Atravesarán el mar de Egipto,
cuyas olas heriré.
Secaré el Nilo hasta el fondo,
destruiré el orgullo de Asiria
y acabaré con el poder de Egipto.
12Yo les daré fuerzas,
y avanzarán en mi nombre.
Yo, el Señor, doy mi palabra.»

11¡Abre, Líbano, tus puertas,
y que el fuego consuma tus cedros!
2¡Llora, oh pino,
porque cayó el cedro,
porque aquellos árboles hermosos
han quedado destruidos!
¡Giman ustedes, encinas de Basán,
porque el bosque espeso ha sido derribado!
3Lloran a gritos los pastores,
porque la hermosura de los pastos
ha quedado destruida.
Se oye el rugido del león,
porque la espesura del Jordán
ha quedado destruida.

4Esto me dijo el Señor mi Dios: «Cuida las ovejas destinadas al matadero. 5Los compradores las matan sin sentirse culpables, y los vendedores dicen: “¡Gracias al Señor, ya soy rico!” Ni siquiera sus propios pastores tienen compasión de ellas. 6Pues, del mismo modo, tampoco yo volveré a tener compasión de la gente que vive en este país, sino que voy a entregar a cada uno en manos de su prójimo y en manos de su rey. Éstos destruirán el país, y no salvaré de sus manos a nadie. Yo, el Señor, lo afirmo.»

7Entonces me puse a cuidar las ovejas destinadas al matadero. Lo hice por cuenta de los tratantes. Y me conseguí dos bastones: al uno lo llamé «Bienestar» y al otro «Unión». 8Y en un solo mes despedí a tres pastores que habían agotado mi paciencia y que me odiaban.

9Y a las ovejas les dije: «¡No volveré a ser el pastor de ustedes! ¡Si alguna ha de morir, que muera! ¡Si a alguna la matan, que la maten! ¡Y las que queden, que se coman unas a otras!»

10Tomé entonces mi bastón llamado «Bienestar» y lo rompí en señal de que quedaba anulada la alianza que Dios había hecho con todas las naciones. 11Aquel día quedó anulada la alianza, y los tratantes de ovejas, que me estaban observando, comprendieron que era el Señor quien hablaba por medio de lo que yo hacía. 12Les dije entonces: «Si les parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo.» Y me pagaron treinta monedas de plata.

13El Señor me dijo: «Toma esas monedas, el espléndido precio que me han puesto, y échalas en el tesoro del templo.» Yo tomé las treinta monedas y las eché en el tesoro del templo. 14Rompí después el segundo bastón, el llamado «Unión», y así quedó destruida la hermandad entre Judá e Israel.

15El Señor me dijo: «Y ahora hazte pasar por un pastor irresponsable. 16Porque voy a poner sobre este país un pastor que no se preocupará por la oveja descarriada, ni buscará a la perdida, ni curará a la herida, ni dará de comer a la debilitada, sino que se comerá la carne de las más gordas y no dejará de ellas ni las pezuñas. 17¡Ay del pastor inútil que abandona el rebaño! ¡Que caiga la espada sobre su brazo y su ojo derecho! ¡Que se le quede seco el brazo y completamente ciego el ojo!»

La liberación de Jerusalén

12Éste es un mensaje del Señor acerca de Israel. El Señor, que ha extendido el cielo, y ha puesto base a la tierra, y ha dado vida al hombre, afirma: 2«Yo hago de Jerusalén una copa de vino que emborrachará a todas las naciones vecinas. Cuando ellas pongan sitio a Jerusalén, también las otras ciudades de Judá serán atacadas.

3»En aquel día convertiré a Jerusalén en una piedra muy pesada para todas las naciones. Herirá a cualquiera de ellas que intente levantarla. Todas las naciones se juntarán en contra de Jerusalén, 4pero entonces yo espantaré a todos los caballos y volveré locos a sus jinetes. Cuidaré de los descendientes de Judá, y dejaré ciegos a todos los caballos de las naciones. 5Al ver esto, los jefes de Judá dirán para sí: “El Señor todopoderoso es el Dios de los que viven en Jerusalén, y el que les da fuerzas.”

6»En aquel día haré que los jefes de Judá sean como un brasero encendido entre la leña, como un fuego entre manojos de espigas. Devorarán a derecha e izquierda a todas las naciones vecinas, mientras que los habitantes de Jerusalén vivirán otra vez en su ciudad. 7Pero primero yo, el Señor, salvaré a las familias de Judá, para que no crezca el prestigio de los descendientes de David y de los habitantes de Jerusalén por encima de los demás descendientes de Judá. 8Yo, el Señor, protegeré a los que viven en Jerusalén. Los más débiles de ellos serán tan fuertes como el rey David, y los descendientes de David serán como Dios, como el ángel del Señor, que va al frente de ellos.

9»En aquel día destruiré a cualquier nación que ataque a Jerusalén. 10Llenaré de espíritu de bondad y oración a los descendientes de David y a los habitantes de Jerusalén. Entonces mirarán al que traspasaron, y harán duelo y llorarán por él como por la muerte del hijo único o del hijo mayor. 11Se hará en Jerusalén un duelo tan grande como el duelo que se hace por el dios Hadad-rimón en la llanura de Meguido. 12Familia por familia, cada una por su lado, hará duelo en el país: los descendientes de David, y también sus mujeres; los descendientes de Natán, y también sus mujeres; 13los descendientes de Leví, y también sus mujeres; los descendientes de Simí, y también sus mujeres; 14y así todas las otras familias, cada una por su lado, y también sus mujeres.

13»En aquel día se abrirá un manantial, para que en él puedan lavar sus pecados y su impureza los descendientes de David y los habitantes de Jerusalén. 2Y en todo este país destruiré hasta los nombres de los ídolos, para que no sigan siendo invocados. Y también quitaré del país a los profetas y a todo espíritu impuro. Yo, el Señor, doy mi palabra. 3Entonces, cuando alguno quiera profetizar, sus propios padres le dirán: “¡Tú has de morir, porque pretendes hacer pasar tus mentiras por mensajes del Señor!” ¡Sus propios padres lo apuñalarán cuando se esté haciendo pasar por profeta!

4»En aquel día, los profetas tendrán vergüenza de sus visiones cuando profeticen. Ninguno engañará poniéndose el manto de pieles de los profetas, 5sino que cada cual dirá: “Yo no soy profeta, sino labrador. Desde niño me he dedicado a trabajar en el campo.” 6Y si alguien le pregunta: “¿Pues qué heridas son esas que traes en el cuerpo?”, él contestará: “Me las hicieron en casa de mis amigos.”»

El Señor es mi Dios

7El Señor todopoderoso afirma:
«¡Levántate, espada, contra mi pastor
y contra mi ayudante!
¡Mata al pastor, y el rebaño se dispersará,
y yo me volveré contra los corderos!
8-9Morirán dos terceras partes
de los que habitan en este país:
sólo quedará con vida la tercera parte.
Y a esa parte que quede
la haré pasar por el fuego;
la purificaré como se purifica la plata,
la afinaré como se afina el oro.
Entonces ellos me invocarán,
y yo les contestaré.
Los llamaré “Pueblo mío”,
y ellos responderán: “El Señor es nuestro Dios.”
Yo, el Señor, doy mi palabra.»

14Ya viene el día del Señor, cuando tus despojos, Jerusalén, habrán de ser repartidos en medio de ti. 2Ese día reunirá el Señor a todas las naciones, para que peleen contra Jerusalén. Y conquistarán la ciudad, saquearán sus casas, violarán a sus mujeres y se llevarán cautiva a la mitad de sus habitantes. Sólo el resto permanecerá en ella. 3Pero luego saldrá el Señor a luchar contra esas naciones, como cuando lucha en el día de la batalla. 4Ese día el Señor apoyará sus pies sobre el Monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, hacia el lado oriental. Y un gran valle, que correrá de oriente a occidente, dividirá en dos el Monte de los Olivos. Medio monte se moverá hacia el norte y el otro medio hacia el sur, 5y ustedes huirán por ese valle que quedará entre los montes, el cual llegará hasta Asal, del otro lado. Huirán ustedes como antes huyeron sus antepasados a causa del terremoto que se produjo cuando el rey Ozías gobernaba en Judá. Y vendrá el Señor mi Dios acompañado de todos sus fieles.

6Ese día no hará frío ni habrá heladas. 7Será un día único, conocido solamente por Dios. En él no se distinguirá el día de la noche, pues aun por la noche seguirá habiendo luz. 8Entonces saldrán de Jerusalén aguas frescas, que correrán en invierno y en verano, la mitad de ellas hacia el Mar Muerto y la otra mitad hacia el Mediterráneo. 9Ese día reinará el Señor en toda la tierra. El Señor será el único, y único será también su nombre. 10Todo el país quedará convertido en una llanura, desde Gueba hasta Rimón, al sur de Jerusalén. Jerusalén estará en alto, y será habitada en ese lugar, desde la Puerta de Benjamín hasta la Puerta del Ángulo (donde antes estuvo la Puerta Antigua) y desde la torre de Hananel hasta las prensas de aceite del rey. 11Sí, Jerusalén será habitada, y no volverá a ser destruida. Sus habitantes vivirán seguros.

12Pero a las naciones que hayan luchado contra Jerusalén, el Señor las castigará duramente: a su gente se le pudrirá la carne en vida, y se le pudrirán los ojos en sus cuencas y la lengua en la boca. 13Ese día el Señor los llenará de espanto. Cada cual agarrará de la mano a su compañero, y levantarán la mano unos contra otros. 14Entonces luchará también Judá en Jerusalén, y arrebatarán a las naciones vecinas abundantes riquezas de plata, oro y ropas. 15El mismo castigo que ha de caer sobre la gente, caerá también sobre los caballos, los mulos, los camellos, los asnos y todas las bestias que los enemigos tengan en sus campamentos.

16Después de esto, los sobrevivientes de los mismos pueblos que lucharon contra Jerusalén irán año tras año a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, y a celebrar la fiesta de las Enramadas. 17Y si alguna de las naciones de la tierra no va a Jerusalén a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, la lluvia no caerá en sus tierras. 18Y si los egipcios no van, el Señor los castigará, del mismo modo que a cualquier otra nación que no vaya a celebrar la fiesta de las Enramadas. 19Ése será el castigo de Egipto y de todas las naciones que no vayan a celebrar la fiesta de las Enramadas.

20Ese día, hasta los cascabeles de los caballos llevarán la inscripción «Consagrado al Señor». Y los calderos del templo serán entonces tan sagrados como los tazones que están delante del altar. 21Todos los calderos, en Jerusalén y en Judá, estarán consagrados al Señor todopoderoso. Quienes vayan a hacer un sacrificio, los usarán, y cocerán en ellos la carne de los animales ofrecidos. Ese día ya no habrá más comerciantes en el templo del Señor todopoderoso.

1Éste es el mensaje que el Señor comunicó al pueblo de Israel por medio del profeta Malaquías.

2El Señor dice: «Yo los amo a ustedes.» Pero ustedes responden: «¿Cómo sabemos que nos amas?» El Señor contesta: «Yo los amo por la misma razón que, siendo hermanos Esaú y Jacob, amé a Jacob 3y aborrecí a Esaú. Y el país de Esaú, que era montañoso, lo convertí en un desierto, y sus propiedades en tierra sólo buena para los animales salvajes.»

4Si los edomitas, descendientes de Esaú, dijeran: «Hemos sido destruidos, pero reconstruiremos nuestra nación», el Señor todopoderoso respondería: «Ellos reconstruirán, pero yo los destruiré otra vez. Su país será llamado “País de maldad” y “Nación del eterno enojo del Señor”.» 5Ustedes lo verán con sus propios ojos, y dirán: «¡El Señor es tan grande que sobrepasa las fronteras de Israel!»

6El Señor todopoderoso dice a los sacerdotes: «Los hijos honran a sus padres, y los criados respetan a sus amos. Pues si yo soy el Padre de ustedes, ¿por qué ustedes no me honran? Si soy su Amo, ¿por qué no me respetan? Ustedes me desprecian, y dicen todavía: “¿En qué te hemos despreciado?” 7Ustedes traen a mi altar pan indigno, y preguntan todavía: “¿En qué te ofendemos?” Ustedes me ofenden cuando piensan que mi altar puede ser despreciado 8y que no hay nada malo en ofrecerme animales ciegos, cojos o enfermos.» ¡Vayan, pues, y llévenselos a sus gobernantes! ¡Vean si ellos les aceptan con gusto el regalo! 9Pídanle ustedes a Dios que nos tenga compasión. Pero si le hacen esa clase de ofrendas, no esperen que Dios los acepte a ustedes con gusto. El Señor todopoderoso dice: 10«¡Ojalá alguno de ustedes cerrara las puertas del templo, para que no volvieran a encender en vano el fuego de mi altar! Porque no estoy contento con ustedes ni voy a seguir aceptando sus ofrendas. 11En todas las naciones del mundo se me honra; en todas partes queman incienso en mi honor y me hacen ofrendas dignas. 12En cambio, ustedes me ofenden, pues piensan que mi altar, que es mi mesa, puede ser despreciado, y que es despreciable la comida que hay en él. 13Ustedes dicen: “¡Ya estamos cansados de todo esto!” Y me desprecian. Y todavía suponen que voy a alegrarme cuando vienen a ofrecerme un animal robado, o una res coja o enferma. 14¡Maldito sea el tramposo que me promete un animal sano de su rebaño y luego me sacrifica uno que tiene defecto! Yo soy el gran Rey, y soy temido entre las naciones.» Esto dice el Señor todopoderoso.

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1En el año segundo del gobierno del rey Darío, el día primero del sexto mes, el Señor, por medio del profeta Hageo, se dirigió al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Salatiel, y al jefe de los sacerdotes, Josué, hijo de Josadac.

2-3Y esto es lo que dijo el Señor todopoderoso por medio del profeta: «Esta gente dice que todavía no es tiempo de reconstruir mi templo. 4¿Y acaso para ustedes sí es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas? 5Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 6Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto. 7Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 8Vayan a las montañas, traigan madera y construyan de nuevo el templo. Yo estaré allí contento, y mostraré mi gloria. 9Ustedes buscan mucho, pero encuentran poco; y lo que guardan en su casa, yo me lo llevo de un soplo. ¿Por qué? Pues porque mi casa está en ruinas, mientras que ustedes sólo se preocupan de sus propias casas. Yo, el Señor, lo afirmo. 10Por eso no cae para ustedes la lluvia, ni la tierra les da sus productos. 11Yo fui quien trajo la sequía sobre los campos y sobre los montes, sobre el trigo, los viñedos y los olivares, sobre las cosechas del campo, sobre los hombres y los animales, y sobre todas sus labores.»

12Zorobabel, Josué y el resto de la gente sintieron miedo cuando oyeron lo que el Señor les decía por medio del profeta Hageo, esto es, lo que Dios el Señor le había encargado que dijera. 13Entonces Hageo, el mensajero del Señor, les habló en nombre de Dios, diciéndoles: «El Señor dice: “Yo, el Señor, lo afirmo: Yo estoy con ustedes.”»

14-15De esta manera animó el Señor a Zorobabel, gobernador de Judá, a Josué, jefe de los sacerdotes, y al resto de la gente, y el día veinticuatro del sexto mes del año segundo del reinado de Darío empezaron a reconstruir el templo de su Dios, el Señor todopoderoso.

2El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, 2y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: 3«Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece éste que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? 4¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 5Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. 6Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. 7Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria.» El Señor todopoderoso lo afirma: 8«Míos son la plata y el oro. 9Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

10El día veinticuatro del noveno mes del mismo año del gobierno del rey Darío, el Señor se dirigió al profeta Hageo 11y le ordenó que, en el nombre del Señor todopoderoso, hiciera a los sacerdotes las siguientes preguntas en relación con la ley: 12«Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no. 13Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí.

14Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. 15De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo, 16¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte. 17Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo. 18Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo. 19Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”»

20Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo, 21y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra; 22destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano. 23Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

Llamamiento del Señor a su pueblo

1En el mes octavo del año segundo del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió este mensaje al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. Le dijo:

2-3«Yo, el Señor todopoderoso, me enojé mucho con los antepasados de ustedes. Por eso, dile ahora de mi parte al pueblo: “Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo. 4No hagan como sus antepasados, a quienes los antiguos profetas les dijeron de parte mía que abandonaran su mala conducta y sus malas acciones, pero ellos no quisieron escucharme ni hacerme caso. Yo, el Señor, lo afirmo. 5Pero ahora, ¿dónde están aquellos antepasados de ustedes? ¿Acaso vivirán siempre los profetas? 6Sin embargo, mis palabras y mandatos, que yo había encomendado a mis siervos los profetas, llegaron a los antepasados de ustedes. Y ellos se volvieron a mí, reconociendo que yo, el Señor todopoderoso, los había tratado como su conducta y sus acciones merecían.”»

Visión de los jinetes

7Éste es el mensaje que yo, el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, recibí del Señor el día veinticuatro del mes once (el llamado mes de Sebat) del año segundo del gobierno del rey Darío. 8Una noche tuve esta visión: Vi un jinete montado en un caballo rojo. Estaba parado en un valle, entre unos arrayanes, y detrás de él había un grupo de caballos, unos rojos, otros castaños y otros blancos. 9Yo pregunté: «Señor, ¿quiénes son esos jinetes?» Y el ángel que hablaba conmigo me contestó: «Yo te mostraré quiénes son.» 10Entonces el que estaba entre los arrayanes dijo: «Éstos son los que el Señor ha enviado a recorrer toda la tierra.»

11Los jinetes le dijeron entonces al ángel del Señor que estaba entre los arrayanes: «Hemos recorrido toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.» 12El ángel del Señor dijo: «Señor todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar aún antes de que vuelvas a tenerles compasión?»

13El Señor respondió con bondadosas palabras de consuelo al ángel que hablaba conmigo, 14y luego el ángel me ordenó que anunciara: «Esto dice el Señor todopoderoso: “Yo amo profundamente a Jerusalén y al monte Sión. 15Por eso mi furor se ha encendido contra esas naciones despreocupadas que, cuando yo estaba poco enojado, ayudaron a agravar la maldad. 16Por lo tanto, yo, el Señor, digo: Ahora me he vuelto con compasión a Jerusalén, y voy a hacer que el templo y toda la ciudad sean reconstruidos.”»

17El ángel me dijo además: «Anuncia también esto: “El Señor todopoderoso dice: Voy a hacer que mis ciudades prosperen mucho otra vez; voy a dar nuevo aliento a Sión, y voy a proclamar de nuevo a Jerusalén como mi ciudad elegida.”»

Visión de los cuernos y los herreros

18(2.1)Tuve otra visión, en la cual vi aparecer cuatro cuernos. 19(2.2)Le pregunté al ángel que estaba hablando conmigo qué significaban aquellos cuernos, y él me contestó: «Estos cuernos representan el poder de los que han dispersado por todas partes a los habitantes de Judá, Israel y Jerusalén.»

20(2.3)Después el Señor me hizo ver a cuatro herreros. 21(2.4)Yo pregunté: «¿A qué han venido estos herreros?» Y él me contestó: «Así como esos cuernos representan a los que dispersaron a Judá, de tal modo que nadie podía levantar cabeza, estos herreros han venido a hacer temblar de espanto y a cortarles los cuernos a las naciones que, dando cornadas a Judá, dispersaron a sus habitantes.»

Visión de la cinta de medir

2(5)Aún tuve otra visión. Se me apareció un hombre que llevaba en la mano una cinta de medir. 2(6)Le pregunté: «¿A dónde vas?» Y él me contestó: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para saber su largo y su ancho.»

3(7)Entonces vi que se iba el ángel que había hablado conmigo, y que otro ángel le salía al encuentro 4(8)y le decía: «Corre a decirle al joven que lleva la cinta de medir: “Jerusalén va a ser de nuevo habitada, y serán tantos sus habitantes y ganados que no podrá tener murallas. 5(9)Pero el Señor afirma: Yo seré como una muralla de fuego alrededor de Jerusalén, y en medio de la ciudad mostraré mi gloria.”»

El Señor salvará a su pueblo

6-7(10-11)El Señor afirma: «Yo hice que ustedes fueran dispersados en todas direcciones. Pero ahora les digo: ¡Huyan pronto del país del norte! ¡Escapen de Babilonia, donde viven desterrados ustedes, los que vivían en Sión! Yo, el Señor, lo afirmo.»

8-9(12-13)El Señor todopoderoso me ha enviado con este mensaje contra las naciones que los saquearon a ustedes: «Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos. Por eso, yo mismo lucharé contra esas naciones, y haré que sus propios esclavos las saqueen.» Así mostrará su gloria el Señor todopoderoso, y así comprenderán ustedes que él fue quien me envió.

10(14)El Señor afirma: «¡Canten de alegría, habitantes de Jerusalén, porque yo vengo a vivir entre ustedes!» 11(15)Cuando esto suceda, muchas naciones se unirán al Señor. Y él dirá: «También estas naciones serán pueblo mío. Y yo viviré entonces entre ustedes.» Así comprenderán ustedes que el Señor todopoderoso me ha enviado. 12(16)El Señor tomará nuevamente a Judá como su posesión especial en la tierra santa, y proclamará de nuevo a Jerusalén como su ciudad elegida.

13(17)¡Que todo el mundo guarde silencio ante el Señor, pues él viene a nosotros desde el santo lugar donde habita!

Visión del cambio de ropas de Josué

3Luego el Señor me mostró en una visión a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie en presencia del ángel del Señor. Al lado derecho de Josué estaba el ángel acusador, que se disponía a acusarlo. 2Entonces el ángel del Señor le dijo al ángel acusador: «¡Que el Señor te reprenda! ¡Que el Señor, que ama a Jerusalén, te reprenda! Pues este hombre es como un carbón encendido sacado de entre las brasas.» 3Josué, vestido con ropas muy sucias, permanecía de pie en presencia del ángel del Señor. 4Entonces el ángel ordenó a sus ayudantes que le quitaran a Josué aquellas ropas sucias. Luego le dijo: «Mira, esto significa que te he quitado tus pecados. ¡Ahora voy a hacer que te vistan de fiesta!» 5En seguida ordenó a sus ayudantes que pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza. Ellos se lo pusieron, y después le vistieron con ropas de fiesta. Mientras tanto, el ángel permanecía de pie.

6Luego el ángel del Señor le dijo a Josué: 7«Esto dice el Señor todopoderoso: “Anda por mis caminos y cumple todos los deberes que te he encomendado. Si lo haces así, quedarás encargado de mi templo. Cuidarás de él y de sus atrios, y yo te daré un puesto entre estos ángeles que están a mi servicio. 8Escucha bien, Josué, tú que eres el sumo sacerdote, y que escuchen también tus compañeros de la junta sacerdotal, pues todos ustedes son como una señal profética: Voy a traer a mi siervo, el Retoño. 9Yo he puesto delante de Josué una piedra de siete lados, y yo mismo grabaré en ella una inscripción. Luego, en un solo día, quitaré el pecado de este país. 10Cuando llegue ese día, podrán ustedes convidarse unos a otros a disfrutar de paz a la sombra de sus vides y sus higueras. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.”»

Visión del candelabro y los olivos

4Volvió entonces el ángel que hablaba conmigo, y me despertó como se despierta a uno que está dormido. Me preguntó: 2«¿Qué ves?» Y yo le contesté: «Veo un candelabro de oro, con un depósito de aceite encima. En lo alto tiene siete lámparas, a las que llega el aceite por siete tubos. 3Junto al candelabro hay dos olivos, uno a su derecha y otro a su izquierda.»

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «¿No sabes lo que significa?» Yo le dije: «No, señor.»

6Y él continuó: «Éste es el mensaje del Señor para Zorobabel: “No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso. 7¿Quién eres tú, gran montaña? ¡Quedarás convertida en llanura delante de Zorobabel! Él sacará la piedra principal, mientras grita la gente: ¡Qué hermosa es! ¡Qué hermosa!”»

8Después me dio el Señor otro mensaje: 9«Zorobabel ha puesto los cimientos de este templo, y él mismo será quien lo termine.» Así reconocerán ustedes que fue el Señor todopoderoso quien me envió. 10«Aquellos que no tomaron en serio los pequeños comienzos, ahora se alegrarán viendo a Zorobabel terminar las obras.»

Después de esto, el ángel añadió: «Estas siete lámparas son los ojos del Señor, que están recorriendo toda la tierra.»

11Yo le pregunté: «¿Qué son esos dos olivos, uno a cada lado del candelabro?» 12También le pregunté: «¿Y qué significan esas dos ramas de olivo que están junto a los tubos de oro por donde llega el aceite a las lámparas?» 13El ángel me respondió: «¿No sabes lo que significan?» Le dije: «No, señor.»

14Y él me contestó: «Éstos son los dos que han sido consagrados para el servicio del Señor de toda la tierra.»

Visión del rollo escrito

5Tuve otra visión. Vi un rollo escrito, que volaba. 2El ángel me preguntó: «¿Qué ves?» Le contesté: «Veo un rollo escrito, que vuela; mide nueve metros de largo por cuatro metros y medio de ancho.»

3Me dijo entonces: «Ahí está escrita la maldición que alcanza a todo el país. Según lo escrito por ambos lados, nadie que robe o que jure en falso puede quedar sin castigo. 4El Señor todopoderoso afirma: “Yo envío esta maldición para que entre en casa del que roba y en casa del que jura en falso por mi nombre. Y la maldición permanecerá allí hasta que no queden ni vigas ni piedras.”»

Visión de la medida y la mujer

5Luego salió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: «¡Fíjate en eso que aparece ahora!» 6Le pregunté: «¿Qué es eso?» Él me contestó: «Es una medida. Es la medida del pecado de los que viven en el país.»

7La medida estaba cubierta con una tapa de plomo. Y fue levantada la tapa, y había una mujer sentada dentro de la medida. 8Me dijo el ángel: «Esa mujer es la maldad.» Y la empujó adentro de la medida, y la cerró con la tapa de plomo.

9Miré otra vez, y vi aparecer dos mujeres. Tenían alas, y el viento las impulsaba. Eran alas como de cigüeña, y llevaban la medida por los aires.

10Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan esa medida?» 11Y él me contestó: «Van a construirle un templo en Babilonia. Cuando ya esté terminado el templo, la instalarán allí, sobre un pedestal.»

Visión de los cuatro carros de guerra

6Tuve otra visión. Vi aparecer cuatro carros de guerra por entre dos montañas de bronce. 2El primer carro iba tirado por caballos rojos; el segundo, por caballos negros; 3el tercero, por caballos blancos; y el cuarto, por caballos tordillos.

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «Éstos son los cuatro vientos, que salen de delante del Señor de toda la tierra. 6El carro tirado por caballos negros va al país del norte; el tirado por caballos blancos, al país del poniente; y el tirado por caballos tordillos, al país del sur.»

7Y salieron los caballos tordillos, ansiosos de recorrer toda la tierra. El ángel les dijo: «Recorran toda la tierra.» Y ellos lo hicieron así.

8Después de esto, el ángel me gritó: «¡Mira, los que fueron al país del norte van a calmar el enojo del Señor en ese país!»

9El Señor me dio este mensaje: 10«Recoge una colecta entre los desterrados que ya han regresado de Babilonia: Heldai, Tobías y Jedaías. Luego, en el mismo día, vete a casa de Josías, hijo de Sofonías. 11Con la plata y el oro que hayas recogido, haz coronas, y ponle una en la cabeza al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac. 12Y dile: “El Señor todopoderoso afirma que el varón llamado Retoño brotará de sus propias raíces y reconstruirá el templo del Señor. 13Reconstruirá el templo del Señor y recibirá los honores propios de un rey. Se sentará en su trono a gobernar, y al lado de su trono se sentará el sacerdote, y habrá paz entre los dos. 14Y las coronas serán un recuerdo que quedará en el templo del Señor en honor de Heldai, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías.”»

15Vendrá gente de lejos, para ayudar a reconstruir el templo del Señor; y entonces reconocerán ustedes que el Señor todopoderoso fue quien me envió. Esto sucederá cuando ustedes escuchen la voz del Señor su Dios y le obedezcan.

El falso ayuno

7El día cuatro del mes noveno (llamado Quisleu), del cuarto año del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió un mensaje al profeta Zacarías. 2En aquel tiempo, el pueblo de Betel había enviado a Sarézer y a Réguem-mélec, con sus hombres, a pedir la ayuda del Señor 3y a preguntar a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor todopoderoso: «¿Habremos de seguir guardando luto y ayuno el quinto mes de cada año, tal como lo hemos hecho hasta ahora?»

4Entonces el Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 5«Di a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes: “Ustedes hacen ayuno y guardan luto el quinto y el séptimo mes desde hace setenta años. Pero no lo hacen para honrarme a mí, 6sino que cuando ustedes comen y beben, lo hacen para su propio provecho.”» 7¿Acaso no son éstas las mismas palabras que el Señor pronunció por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba en paz y llena de gente, y lo estaban también las ciudades de alrededor, y las regiones del Négueb y la llanura?

La desobediencia, causa del destierro

8El Señor se dirigió al profeta Zacarías, y le dijo: 9«Esto es lo que yo ordeno: Sean ustedes rectos en sus juicios, y bondadosos y compasivos unos con otros. 10No opriman a las viudas, ni a los huérfanos, ni a los extranjeros, ni a los pobres. No piensen en cómo hacerse daño unos a otros.» 11Pero el pueblo se negó a obedecer. Todos volvieron la espalda y se hicieron los sordos. 12Endurecieron su corazón como el diamante, para no escuchar la enseñanza y los mandatos que el Señor todopoderoso comunicó por su espíritu, por medio de los antiguos profetas.

Por eso el Señor se enojó mucho, 13y dijo: «Así como ellos no quisieron escucharme cuando yo los llamaba, tampoco yo los escucharé cuando ellos me invoquen. 14Por eso los dispersé como por un torbellino entre todas esas naciones que ellos no conocían, y tras ellos quedó el país convertido en un desierto donde nadie podía vivir. ¡Un país tan hermoso, y ellos lo convirtieron en desolación!»

Promesa del Señor

8El Señor todopoderoso me dio este mensaje: 2«Esto es lo que yo, el Señor todopoderoso, digo: Siento por Sión grandes celos, celos furiosos. 3Y he de volver a Jerusalén, para vivir allí. Entonces Jerusalén será llamada Ciudad Fiel, y el monte del Señor todopoderoso será llamado Monte Santo. 4Ancianos y ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, apoyado cada cual en su bastón a causa de su mucha edad. 5Niños y niñas llenarán las plazas de la ciudad y jugarán en ellas. 6En aquel tiempo todo esto parecerá imposible a los ojos de los que queden de mi pueblo; pero a mí no me lo parecerá. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo: 7Yo libertaré a mi pueblo del poder del país de oriente y del país de occidente, 8y lo traeré a Jerusalén para que viva allí. Ellos serán entonces mi pueblo, y yo seré su Dios, con fidelidad y justicia.»

9Esto dice el Señor todopoderoso: «Esfuércense, ustedes que en estos días han oído las palabras dichas por los profetas, desde el día en que se pusieron los cimientos para la reconstrucción del templo del Señor todopoderoso. 10Porque hasta estos días no había paga para los hombres ni para las bestias. Y a causa del enemigo, tampoco había paz para los habitantes; y yo había puesto a los unos en contra de los otros. 11Pero ahora, para los que queden de este pueblo, ya no voy a ser como en los primeros días. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 12Porque la paz estará sembrada entre ellos. Los viñedos darán su fruto; la tierra, sus productos; y el cielo, su rocío. Y yo les daré todo eso en posesión a los que queden de este pueblo. 13Y así como ustedes, los de Judá y los de Israel, fueron maldición entre las demás naciones, así yo ahora los salvaré y haré que sean bendición. ¡No tengan miedo! ¡Esfuércense!»

14Esto dice el Señor todopoderoso: «Yo había decidido castigar a los antepasados de ustedes cuando me hicieron enojar, y mantuve mi decisión. 15Ahora, en cambio, he decidido hacerles bien a Jerusalén y a Judá. Por lo tanto, no tengan miedo. 16Esto es lo que siempre deben hacer ustedes: Díganse siempre la verdad unos a otros, juzguen con justicia y procuren la paz en los tribunales; 17no se hagan daño unos a otros ni juren en falso. Porque yo odio todo eso. Yo, el Señor, lo afirmo.»

18El Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 19«Los ayunos de los meses cuarto, quinto, séptimo y décimo se convertirán en motivo de alegría, en fiestas felices para los descendientes de Judá. ¡Amen ustedes, pues, la verdad y la paz!»

20Esto dice el Señor todopoderoso: «Todavía han de venir gentes y habitantes de muchas ciudades. 21Entonces los de una ciudad se dirigirán a los de otra, y les dirán: “¡Vamos a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que nos bendiga!” Y los otros les contestarán: “¡Nosotros también iremos!” 22Y vendrán a Jerusalén muchos pueblos y naciones numerosas, a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que los bendiga. 23En aquel tiempo, diez extranjeros de las demás naciones agarrarán por la ropa a un judío, y le dirán: “¡Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes!”»

9Éste es el mensaje que el Señor comunicó contra el país de Hadrac y la ciudad de Damasco: «Las ciudades de Siria pertenecen al Señor, lo mismo que todas las tribus de Israel. 2También le pertenecen Hamat, vecina de aquellas ciudades, y Tiro y Sidón con toda su cultura. 3Tiro construyó fortificaciones, y amontonó oro y plata como quien amontona barro. 4Pero el Señor se lo quitará todo, y echará al mar su riqueza, y quemará por completo la ciudad.

5»Cuando la ciudad de Ascalón vea esto, se llenará de espanto. Gaza también sufrirá mucho, y las esperanzas de Ecrón quedarán por los suelos. ¡Gaza quedará sin rey, y Ascalón quedará sin habitantes! 6En Asdod vivirá una raza mezclada, y así humillaré el orgullo de los filisteos. 7Les quitaré de la boca la carne con sangre que comen, y de entre los dientes, los alimentos prohibidos. Pero de esa gente habrá algunos que quedarán para mí; llegarán a ser parte de Judá, y Ecrón será como los jebuseos. 8Y yo estaré atento para defender a los míos frente a cualquiera que pase por aquí. El opresor no volverá a oprimirlos, porque ahora yo vigilo con mis propios ojos.»

9¡Alégrate mucho, ciudad de Sión!
¡Canta de alegría, ciudad de Jerusalén!
Tu rey viene a ti, justo y victorioso,
pero humilde, montado en un burro,
en un burrito, cría de una burra.
10Él destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén
y los arcos de guerra.
Anunciará paz a las naciones
y gobernará de mar a mar,
del Éufrates al último rincón del mundo.

11Esto dice el Señor:

«Jerusalén, por la sangre de tu alianza,
yo sacaré del pozo sin agua
a tus presos que están en él.
12¡Ustedes, cautivos que mantienen la esperanza,
regresen a su fortaleza!
Les digo que voy a darles en bendición
el doble de cuanto tuvieron que sufrir.
13Pues he tendido mi arco de guerra, que es Judá,
y le he puesto una flecha, que es Efraín.
De ti, Sión, haré una espada,
y levantaré a tus hijos contra los hijos de Grecia.»

14El Señor se mostrará sobre su pueblo;
disparará sus flechas como rayos.
Dios, el Señor, tocará la trompeta
y avanzará entre las tempestades del sur.
15El Señor todopoderoso protegerá a los suyos,
y ellos pisotearán las piedras de los honderos
y devorarán a sus enemigos;
beberán su sangre como vino,
se llenarán de ella como un tazón,
como los cuernos del altar.

16En aquel día, el Señor su Dios
salvará a su pueblo como a un rebaño,
y brillarán los suyos en su propio país
como las piedras preciosas de una corona.
17¡Qué bueno, qué hermoso será el país!
Con la abundancia de su trigo y su vino,
nuestros muchachos y muchachas crecerán hermosos.

10Pídanle al Señor lluvias de primavera,
y el Señor, que produce los relámpagos,
las enviará en abundancia,
y a todos les dará hierba en el campo.
2La palabra de los ídolos es mentira,
y es falso lo que ven los adivinos.
Sus predicciones son sueños sin sentido,
y sus palabras de consuelo están vacías.
Por eso el pueblo vaga como un rebaño,
y sufre por falta de un pastor.

3Por eso dice el Señor:

«Mi furor se ha encendido contra los pastores,
y castigaré a los guías de mi pueblo.»
El Señor todopoderoso, que cuida de su rebaño,
de los descendientes de Judá,
hará de ellos su fuerte caballo en la batalla.
4De ellos saldrán la Piedra Angular,
la Estaca de Tienda y el Arco de Guerra.
De ellos saldrán todos los caudillos.
5Serán como soldados
que en la batalla pisan el barro de las calles;
lucharán, porque el Señor está con ellos,
y pondrán en vergüenza a los jinetes.

6Dice el Señor:

«Yo daré fuerzas a los descendientes de Judá
y salvaré a los descendientes de José.
Los guiaré de vuelta a su patria,
porque tengo compasión de ellos.
Volverán a ser como si yo nunca los hubiera rechazado,
pues yo soy el Señor su Dios,
que atiendo sus oraciones.
7Efraín será como un soldado.
Su corazón se alegrará como con vino,
y al verlo se alegrarán también sus hijos.
¡Su corazón se alegrará a causa del Señor!

8»Yo los llamaré y los reuniré,
porque los he salvado.
Volverán a ser tan numerosos
como lo fueron en otros tiempos.
9Yo los dispersé entre las naciones
pero, aun estando lejos, se acordarán de mí,
y un día volverán con sus hijos.
10Los haré regresar de Egipto,
los traeré de Asiria,
los llevaré a Galaad y al Líbano,
y serán tantos que faltará lugar para ellos.
11Atravesarán el mar de Egipto,
cuyas olas heriré.
Secaré el Nilo hasta el fondo,
destruiré el orgullo de Asiria
y acabaré con el poder de Egipto.
12Yo les daré fuerzas,
y avanzarán en mi nombre.
Yo, el Señor, doy mi palabra.»

11¡Abre, Líbano, tus puertas,
y que el fuego consuma tus cedros!
2¡Llora, oh pino,
porque cayó el cedro,
porque aquellos árboles hermosos
han quedado destruidos!
¡Giman ustedes, encinas de Basán,
porque el bosque espeso ha sido derribado!
3Lloran a gritos los pastores,
porque la hermosura de los pastos
ha quedado destruida.
Se oye el rugido del león,
porque la espesura del Jordán
ha quedado destruida.

4Esto me dijo el Señor mi Dios: «Cuida las ovejas destinadas al matadero. 5Los compradores las matan sin sentirse culpables, y los vendedores dicen: “¡Gracias al Señor, ya soy rico!” Ni siquiera sus propios pastores tienen compasión de ellas. 6Pues, del mismo modo, tampoco yo volveré a tener compasión de la gente que vive en este país, sino que voy a entregar a cada uno en manos de su prójimo y en manos de su rey. Éstos destruirán el país, y no salvaré de sus manos a nadie. Yo, el Señor, lo afirmo.»

7Entonces me puse a cuidar las ovejas destinadas al matadero. Lo hice por cuenta de los tratantes. Y me conseguí dos bastones: al uno lo llamé «Bienestar» y al otro «Unión». 8Y en un solo mes despedí a tres pastores que habían agotado mi paciencia y que me odiaban.

9Y a las ovejas les dije: «¡No volveré a ser el pastor de ustedes! ¡Si alguna ha de morir, que muera! ¡Si a alguna la matan, que la maten! ¡Y las que queden, que se coman unas a otras!»

10Tomé entonces mi bastón llamado «Bienestar» y lo rompí en señal de que quedaba anulada la alianza que Dios había hecho con todas las naciones. 11Aquel día quedó anulada la alianza, y los tratantes de ovejas, que me estaban observando, comprendieron que era el Señor quien hablaba por medio de lo que yo hacía. 12Les dije entonces: «Si les parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo.» Y me pagaron treinta monedas de plata.

13El Señor me dijo: «Toma esas monedas, el espléndido precio que me han puesto, y échalas en el tesoro del templo.» Yo tomé las treinta monedas y las eché en el tesoro del templo. 14Rompí después el segundo bastón, el llamado «Unión», y así quedó destruida la hermandad entre Judá e Israel.

15El Señor me dijo: «Y ahora hazte pasar por un pastor irresponsable. 16Porque voy a poner sobre este país un pastor que no se preocupará por la oveja descarriada, ni buscará a la perdida, ni curará a la herida, ni dará de comer a la debilitada, sino que se comerá la carne de las más gordas y no dejará de ellas ni las pezuñas. 17¡Ay del pastor inútil que abandona el rebaño! ¡Que caiga la espada sobre su brazo y su ojo derecho! ¡Que se le quede seco el brazo y completamente ciego el ojo!»

La liberación de Jerusalén

12Éste es un mensaje del Señor acerca de Israel. El Señor, que ha extendido el cielo, y ha puesto base a la tierra, y ha dado vida al hombre, afirma: 2«Yo hago de Jerusalén una copa de vino que emborrachará a todas las naciones vecinas. Cuando ellas pongan sitio a Jerusalén, también las otras ciudades de Judá serán atacadas.

3»En aquel día convertiré a Jerusalén en una piedra muy pesada para todas las naciones. Herirá a cualquiera de ellas que intente levantarla. Todas las naciones se juntarán en contra de Jerusalén, 4pero entonces yo espantaré a todos los caballos y volveré locos a sus jinetes. Cuidaré de los descendientes de Judá, y dejaré ciegos a todos los caballos de las naciones. 5Al ver esto, los jefes de Judá dirán para sí: “El Señor todopoderoso es el Dios de los que viven en Jerusalén, y el que les da fuerzas.”

6»En aquel día haré que los jefes de Judá sean como un brasero encendido entre la leña, como un fuego entre manojos de espigas. Devorarán a derecha e izquierda a todas las naciones vecinas, mientras que los habitantes de Jerusalén vivirán otra vez en su ciudad. 7Pero primero yo, el Señor, salvaré a las familias de Judá, para que no crezca el prestigio de los descendientes de David y de los habitantes de Jerusalén por encima de los demás descendientes de Judá. 8Yo, el Señor, protegeré a los que viven en Jerusalén. Los más débiles de ellos serán tan fuertes como el rey David, y los descendientes de David serán como Dios, como el ángel del Señor, que va al frente de ellos.

9»En aquel día destruiré a cualquier nación que ataque a Jerusalén. 10Llenaré de espíritu de bondad y oración a los descendientes de David y a los habitantes de Jerusalén. Entonces mirarán al que traspasaron, y harán duelo y llorarán por él como por la muerte del hijo único o del hijo mayor. 11Se hará en Jerusalén un duelo tan grande como el duelo que se hace por el dios Hadad-rimón en la llanura de Meguido. 12Familia por familia, cada una por su lado, hará duelo en el país: los descendientes de David, y también sus mujeres; los descendientes de Natán, y también sus mujeres; 13los descendientes de Leví, y también sus mujeres; los descendientes de Simí, y también sus mujeres; 14y así todas las otras familias, cada una por su lado, y también sus mujeres.

13»En aquel día se abrirá un manantial, para que en él puedan lavar sus pecados y su impureza los descendientes de David y los habitantes de Jerusalén. 2Y en todo este país destruiré hasta los nombres de los ídolos, para que no sigan siendo invocados. Y también quitaré del país a los profetas y a todo espíritu impuro. Yo, el Señor, doy mi palabra. 3Entonces, cuando alguno quiera profetizar, sus propios padres le dirán: “¡Tú has de morir, porque pretendes hacer pasar tus mentiras por mensajes del Señor!” ¡Sus propios padres lo apuñalarán cuando se esté haciendo pasar por profeta!

4»En aquel día, los profetas tendrán vergüenza de sus visiones cuando profeticen. Ninguno engañará poniéndose el manto de pieles de los profetas, 5sino que cada cual dirá: “Yo no soy profeta, sino labrador. Desde niño me he dedicado a trabajar en el campo.” 6Y si alguien le pregunta: “¿Pues qué heridas son esas que traes en el cuerpo?”, él contestará: “Me las hicieron en casa de mis amigos.”»

El Señor es mi Dios

7El Señor todopoderoso afirma:
«¡Levántate, espada, contra mi pastor
y contra mi ayudante!
¡Mata al pastor, y el rebaño se dispersará,
y yo me volveré contra los corderos!
8-9Morirán dos terceras partes
de los que habitan en este país:
sólo quedará con vida la tercera parte.
Y a esa parte que quede
la haré pasar por el fuego;
la purificaré como se purifica la plata,
la afinaré como se afina el oro.
Entonces ellos me invocarán,
y yo les contestaré.
Los llamaré “Pueblo mío”,
y ellos responderán: “El Señor es nuestro Dios.”
Yo, el Señor, doy mi palabra.»

14Ya viene el día del Señor, cuando tus despojos, Jerusalén, habrán de ser repartidos en medio de ti. 2Ese día reunirá el Señor a todas las naciones, para que peleen contra Jerusalén. Y conquistarán la ciudad, saquearán sus casas, violarán a sus mujeres y se llevarán cautiva a la mitad de sus habitantes. Sólo el resto permanecerá en ella. 3Pero luego saldrá el Señor a luchar contra esas naciones, como cuando lucha en el día de la batalla. 4Ese día el Señor apoyará sus pies sobre el Monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, hacia el lado oriental. Y un gran valle, que correrá de oriente a occidente, dividirá en dos el Monte de los Olivos. Medio monte se moverá hacia el norte y el otro medio hacia el sur, 5y ustedes huirán por ese valle que quedará entre los montes, el cual llegará hasta Asal, del otro lado. Huirán ustedes como antes huyeron sus antepasados a causa del terremoto que se produjo cuando el rey Ozías gobernaba en Judá. Y vendrá el Señor mi Dios acompañado de todos sus fieles.

6Ese día no hará frío ni habrá heladas. 7Será un día único, conocido solamente por Dios. En él no se distinguirá el día de la noche, pues aun por la noche seguirá habiendo luz. 8Entonces saldrán de Jerusalén aguas frescas, que correrán en invierno y en verano, la mitad de ellas hacia el Mar Muerto y la otra mitad hacia el Mediterráneo. 9Ese día reinará el Señor en toda la tierra. El Señor será el único, y único será también su nombre. 10Todo el país quedará convertido en una llanura, desde Gueba hasta Rimón, al sur de Jerusalén. Jerusalén estará en alto, y será habitada en ese lugar, desde la Puerta de Benjamín hasta la Puerta del Ángulo (donde antes estuvo la Puerta Antigua) y desde la torre de Hananel hasta las prensas de aceite del rey. 11Sí, Jerusalén será habitada, y no volverá a ser destruida. Sus habitantes vivirán seguros.

12Pero a las naciones que hayan luchado contra Jerusalén, el Señor las castigará duramente: a su gente se le pudrirá la carne en vida, y se le pudrirán los ojos en sus cuencas y la lengua en la boca. 13Ese día el Señor los llenará de espanto. Cada cual agarrará de la mano a su compañero, y levantarán la mano unos contra otros. 14Entonces luchará también Judá en Jerusalén, y arrebatarán a las naciones vecinas abundantes riquezas de plata, oro y ropas. 15El mismo castigo que ha de caer sobre la gente, caerá también sobre los caballos, los mulos, los camellos, los asnos y todas las bestias que los enemigos tengan en sus campamentos.

16Después de esto, los sobrevivientes de los mismos pueblos que lucharon contra Jerusalén irán año tras año a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, y a celebrar la fiesta de las Enramadas. 17Y si alguna de las naciones de la tierra no va a Jerusalén a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, la lluvia no caerá en sus tierras. 18Y si los egipcios no van, el Señor los castigará, del mismo modo que a cualquier otra nación que no vaya a celebrar la fiesta de las Enramadas. 19Ése será el castigo de Egipto y de todas las naciones que no vayan a celebrar la fiesta de las Enramadas.

20Ese día, hasta los cascabeles de los caballos llevarán la inscripción «Consagrado al Señor». Y los calderos del templo serán entonces tan sagrados como los tazones que están delante del altar. 21Todos los calderos, en Jerusalén y en Judá, estarán consagrados al Señor todopoderoso. Quienes vayan a hacer un sacrificio, los usarán, y cocerán en ellos la carne de los animales ofrecidos. Ese día ya no habrá más comerciantes en el templo del Señor todopoderoso.

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1En el año segundo del gobierno del rey Darío, el día primero del sexto mes, el Señor, por medio del profeta Hageo, se dirigió al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Salatiel, y al jefe de los sacerdotes, Josué, hijo de Josadac.

2-3Y esto es lo que dijo el Señor todopoderoso por medio del profeta: «Esta gente dice que todavía no es tiempo de reconstruir mi templo. 4¿Y acaso para ustedes sí es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas? 5Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 6Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto. 7Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 8Vayan a las montañas, traigan madera y construyan de nuevo el templo. Yo estaré allí contento, y mostraré mi gloria. 9Ustedes buscan mucho, pero encuentran poco; y lo que guardan en su casa, yo me lo llevo de un soplo. ¿Por qué? Pues porque mi casa está en ruinas, mientras que ustedes sólo se preocupan de sus propias casas. Yo, el Señor, lo afirmo. 10Por eso no cae para ustedes la lluvia, ni la tierra les da sus productos. 11Yo fui quien trajo la sequía sobre los campos y sobre los montes, sobre el trigo, los viñedos y los olivares, sobre las cosechas del campo, sobre los hombres y los animales, y sobre todas sus labores.»

12Zorobabel, Josué y el resto de la gente sintieron miedo cuando oyeron lo que el Señor les decía por medio del profeta Hageo, esto es, lo que Dios el Señor le había encargado que dijera. 13Entonces Hageo, el mensajero del Señor, les habló en nombre de Dios, diciéndoles: «El Señor dice: “Yo, el Señor, lo afirmo: Yo estoy con ustedes.”»

14-15De esta manera animó el Señor a Zorobabel, gobernador de Judá, a Josué, jefe de los sacerdotes, y al resto de la gente, y el día veinticuatro del sexto mes del año segundo del reinado de Darío empezaron a reconstruir el templo de su Dios, el Señor todopoderoso.

2El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, 2y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: 3«Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece éste que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? 4¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 5Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. 6Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. 7Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria.» El Señor todopoderoso lo afirma: 8«Míos son la plata y el oro. 9Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

10El día veinticuatro del noveno mes del mismo año del gobierno del rey Darío, el Señor se dirigió al profeta Hageo 11y le ordenó que, en el nombre del Señor todopoderoso, hiciera a los sacerdotes las siguientes preguntas en relación con la ley: 12«Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no. 13Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí.

14Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. 15De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo, 16¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte. 17Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo. 18Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo. 19Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”»

20Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo, 21y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra; 22destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano. 23Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

Llamamiento del Señor a su pueblo

1En el mes octavo del año segundo del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió este mensaje al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. Le dijo:

2-3«Yo, el Señor todopoderoso, me enojé mucho con los antepasados de ustedes. Por eso, dile ahora de mi parte al pueblo: “Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo. 4No hagan como sus antepasados, a quienes los antiguos profetas les dijeron de parte mía que abandonaran su mala conducta y sus malas acciones, pero ellos no quisieron escucharme ni hacerme caso. Yo, el Señor, lo afirmo. 5Pero ahora, ¿dónde están aquellos antepasados de ustedes? ¿Acaso vivirán siempre los profetas? 6Sin embargo, mis palabras y mandatos, que yo había encomendado a mis siervos los profetas, llegaron a los antepasados de ustedes. Y ellos se volvieron a mí, reconociendo que yo, el Señor todopoderoso, los había tratado como su conducta y sus acciones merecían.”»

Visión de los jinetes

7Éste es el mensaje que yo, el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, recibí del Señor el día veinticuatro del mes once (el llamado mes de Sebat) del año segundo del gobierno del rey Darío. 8Una noche tuve esta visión: Vi un jinete montado en un caballo rojo. Estaba parado en un valle, entre unos arrayanes, y detrás de él había un grupo de caballos, unos rojos, otros castaños y otros blancos. 9Yo pregunté: «Señor, ¿quiénes son esos jinetes?» Y el ángel que hablaba conmigo me contestó: «Yo te mostraré quiénes son.» 10Entonces el que estaba entre los arrayanes dijo: «Éstos son los que el Señor ha enviado a recorrer toda la tierra.»

11Los jinetes le dijeron entonces al ángel del Señor que estaba entre los arrayanes: «Hemos recorrido toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.» 12El ángel del Señor dijo: «Señor todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar aún antes de que vuelvas a tenerles compasión?»

13El Señor respondió con bondadosas palabras de consuelo al ángel que hablaba conmigo, 14y luego el ángel me ordenó que anunciara: «Esto dice el Señor todopoderoso: “Yo amo profundamente a Jerusalén y al monte Sión. 15Por eso mi furor se ha encendido contra esas naciones despreocupadas que, cuando yo estaba poco enojado, ayudaron a agravar la maldad. 16Por lo tanto, yo, el Señor, digo: Ahora me he vuelto con compasión a Jerusalén, y voy a hacer que el templo y toda la ciudad sean reconstruidos.”»

17El ángel me dijo además: «Anuncia también esto: “El Señor todopoderoso dice: Voy a hacer que mis ciudades prosperen mucho otra vez; voy a dar nuevo aliento a Sión, y voy a proclamar de nuevo a Jerusalén como mi ciudad elegida.”»

Visión de los cuernos y los herreros

18(2.1)Tuve otra visión, en la cual vi aparecer cuatro cuernos. 19(2.2)Le pregunté al ángel que estaba hablando conmigo qué significaban aquellos cuernos, y él me contestó: «Estos cuernos representan el poder de los que han dispersado por todas partes a los habitantes de Judá, Israel y Jerusalén.»

20(2.3)Después el Señor me hizo ver a cuatro herreros. 21(2.4)Yo pregunté: «¿A qué han venido estos herreros?» Y él me contestó: «Así como esos cuernos representan a los que dispersaron a Judá, de tal modo que nadie podía levantar cabeza, estos herreros han venido a hacer temblar de espanto y a cortarles los cuernos a las naciones que, dando cornadas a Judá, dispersaron a sus habitantes.»

Visión de la cinta de medir

2(5)Aún tuve otra visión. Se me apareció un hombre que llevaba en la mano una cinta de medir. 2(6)Le pregunté: «¿A dónde vas?» Y él me contestó: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para saber su largo y su ancho.»

3(7)Entonces vi que se iba el ángel que había hablado conmigo, y que otro ángel le salía al encuentro 4(8)y le decía: «Corre a decirle al joven que lleva la cinta de medir: “Jerusalén va a ser de nuevo habitada, y serán tantos sus habitantes y ganados que no podrá tener murallas. 5(9)Pero el Señor afirma: Yo seré como una muralla de fuego alrededor de Jerusalén, y en medio de la ciudad mostraré mi gloria.”»

El Señor salvará a su pueblo

6-7(10-11)El Señor afirma: «Yo hice que ustedes fueran dispersados en todas direcciones. Pero ahora les digo: ¡Huyan pronto del país del norte! ¡Escapen de Babilonia, donde viven desterrados ustedes, los que vivían en Sión! Yo, el Señor, lo afirmo.»

8-9(12-13)El Señor todopoderoso me ha enviado con este mensaje contra las naciones que los saquearon a ustedes: «Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos. Por eso, yo mismo lucharé contra esas naciones, y haré que sus propios esclavos las saqueen.» Así mostrará su gloria el Señor todopoderoso, y así comprenderán ustedes que él fue quien me envió.

10(14)El Señor afirma: «¡Canten de alegría, habitantes de Jerusalén, porque yo vengo a vivir entre ustedes!» 11(15)Cuando esto suceda, muchas naciones se unirán al Señor. Y él dirá: «También estas naciones serán pueblo mío. Y yo viviré entonces entre ustedes.» Así comprenderán ustedes que el Señor todopoderoso me ha enviado. 12(16)El Señor tomará nuevamente a Judá como su posesión especial en la tierra santa, y proclamará de nuevo a Jerusalén como su ciudad elegida.

13(17)¡Que todo el mundo guarde silencio ante el Señor, pues él viene a nosotros desde el santo lugar donde habita!

Visión del cambio de ropas de Josué

3Luego el Señor me mostró en una visión a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie en presencia del ángel del Señor. Al lado derecho de Josué estaba el ángel acusador, que se disponía a acusarlo. 2Entonces el ángel del Señor le dijo al ángel acusador: «¡Que el Señor te reprenda! ¡Que el Señor, que ama a Jerusalén, te reprenda! Pues este hombre es como un carbón encendido sacado de entre las brasas.» 3Josué, vestido con ropas muy sucias, permanecía de pie en presencia del ángel del Señor. 4Entonces el ángel ordenó a sus ayudantes que le quitaran a Josué aquellas ropas sucias. Luego le dijo: «Mira, esto significa que te he quitado tus pecados. ¡Ahora voy a hacer que te vistan de fiesta!» 5En seguida ordenó a sus ayudantes que pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza. Ellos se lo pusieron, y después le vistieron con ropas de fiesta. Mientras tanto, el ángel permanecía de pie.

6Luego el ángel del Señor le dijo a Josué: 7«Esto dice el Señor todopoderoso: “Anda por mis caminos y cumple todos los deberes que te he encomendado. Si lo haces así, quedarás encargado de mi templo. Cuidarás de él y de sus atrios, y yo te daré un puesto entre estos ángeles que están a mi servicio. 8Escucha bien, Josué, tú que eres el sumo sacerdote, y que escuchen también tus compañeros de la junta sacerdotal, pues todos ustedes son como una señal profética: Voy a traer a mi siervo, el Retoño. 9Yo he puesto delante de Josué una piedra de siete lados, y yo mismo grabaré en ella una inscripción. Luego, en un solo día, quitaré el pecado de este país. 10Cuando llegue ese día, podrán ustedes convidarse unos a otros a disfrutar de paz a la sombra de sus vides y sus higueras. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.”»

Visión del candelabro y los olivos

4Volvió entonces el ángel que hablaba conmigo, y me despertó como se despierta a uno que está dormido. Me preguntó: 2«¿Qué ves?» Y yo le contesté: «Veo un candelabro de oro, con un depósito de aceite encima. En lo alto tiene siete lámparas, a las que llega el aceite por siete tubos. 3Junto al candelabro hay dos olivos, uno a su derecha y otro a su izquierda.»

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «¿No sabes lo que significa?» Yo le dije: «No, señor.»

6Y él continuó: «Éste es el mensaje del Señor para Zorobabel: “No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso. 7¿Quién eres tú, gran montaña? ¡Quedarás convertida en llanura delante de Zorobabel! Él sacará la piedra principal, mientras grita la gente: ¡Qué hermosa es! ¡Qué hermosa!”»

8Después me dio el Señor otro mensaje: 9«Zorobabel ha puesto los cimientos de este templo, y él mismo será quien lo termine.» Así reconocerán ustedes que fue el Señor todopoderoso quien me envió. 10«Aquellos que no tomaron en serio los pequeños comienzos, ahora se alegrarán viendo a Zorobabel terminar las obras.»

Después de esto, el ángel añadió: «Estas siete lámparas son los ojos del Señor, que están recorriendo toda la tierra.»

11Yo le pregunté: «¿Qué son esos dos olivos, uno a cada lado del candelabro?» 12También le pregunté: «¿Y qué significan esas dos ramas de olivo que están junto a los tubos de oro por donde llega el aceite a las lámparas?» 13El ángel me respondió: «¿No sabes lo que significan?» Le dije: «No, señor.»

14Y él me contestó: «Éstos son los dos que han sido consagrados para el servicio del Señor de toda la tierra.»

Visión del rollo escrito

5Tuve otra visión. Vi un rollo escrito, que volaba. 2El ángel me preguntó: «¿Qué ves?» Le contesté: «Veo un rollo escrito, que vuela; mide nueve metros de largo por cuatro metros y medio de ancho.»

3Me dijo entonces: «Ahí está escrita la maldición que alcanza a todo el país. Según lo escrito por ambos lados, nadie que robe o que jure en falso puede quedar sin castigo. 4El Señor todopoderoso afirma: “Yo envío esta maldición para que entre en casa del que roba y en casa del que jura en falso por mi nombre. Y la maldición permanecerá allí hasta que no queden ni vigas ni piedras.”»

Visión de la medida y la mujer

5Luego salió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: «¡Fíjate en eso que aparece ahora!» 6Le pregunté: «¿Qué es eso?» Él me contestó: «Es una medida. Es la medida del pecado de los que viven en el país.»

7La medida estaba cubierta con una tapa de plomo. Y fue levantada la tapa, y había una mujer sentada dentro de la medida. 8Me dijo el ángel: «Esa mujer es la maldad.» Y la empujó adentro de la medida, y la cerró con la tapa de plomo.

9Miré otra vez, y vi aparecer dos mujeres. Tenían alas, y el viento las impulsaba. Eran alas como de cigüeña, y llevaban la medida por los aires.

10Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan esa medida?» 11Y él me contestó: «Van a construirle un templo en Babilonia. Cuando ya esté terminado el templo, la instalarán allí, sobre un pedestal.»

Visión de los cuatro carros de guerra

6Tuve otra visión. Vi aparecer cuatro carros de guerra por entre dos montañas de bronce. 2El primer carro iba tirado por caballos rojos; el segundo, por caballos negros; 3el tercero, por caballos blancos; y el cuarto, por caballos tordillos.

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «Éstos son los cuatro vientos, que salen de delante del Señor de toda la tierra. 6El carro tirado por caballos negros va al país del norte; el tirado por caballos blancos, al país del poniente; y el tirado por caballos tordillos, al país del sur.»

7Y salieron los caballos tordillos, ansiosos de recorrer toda la tierra. El ángel les dijo: «Recorran toda la tierra.» Y ellos lo hicieron así.

8Después de esto, el ángel me gritó: «¡Mira, los que fueron al país del norte van a calmar el enojo del Señor en ese país!»

9El Señor me dio este mensaje: 10«Recoge una colecta entre los desterrados que ya han regresado de Babilonia: Heldai, Tobías y Jedaías. Luego, en el mismo día, vete a casa de Josías, hijo de Sofonías. 11Con la plata y el oro que hayas recogido, haz coronas, y ponle una en la cabeza al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac. 12Y dile: “El Señor todopoderoso afirma que el varón llamado Retoño brotará de sus propias raíces y reconstruirá el templo del Señor. 13Reconstruirá el templo del Señor y recibirá los honores propios de un rey. Se sentará en su trono a gobernar, y al lado de su trono se sentará el sacerdote, y habrá paz entre los dos. 14Y las coronas serán un recuerdo que quedará en el templo del Señor en honor de Heldai, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías.”»

15Vendrá gente de lejos, para ayudar a reconstruir el templo del Señor; y entonces reconocerán ustedes que el Señor todopoderoso fue quien me envió. Esto sucederá cuando ustedes escuchen la voz del Señor su Dios y le obedezcan.

El falso ayuno

7El día cuatro del mes noveno (llamado Quisleu), del cuarto año del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió un mensaje al profeta Zacarías. 2En aquel tiempo, el pueblo de Betel había enviado a Sarézer y a Réguem-mélec, con sus hombres, a pedir la ayuda del Señor 3y a preguntar a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor todopoderoso: «¿Habremos de seguir guardando luto y ayuno el quinto mes de cada año, tal como lo hemos hecho hasta ahora?»

4Entonces el Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 5«Di a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes: “Ustedes hacen ayuno y guardan luto el quinto y el séptimo mes desde hace setenta años. Pero no lo hacen para honrarme a mí, 6sino que cuando ustedes comen y beben, lo hacen para su propio provecho.”» 7¿Acaso no son éstas las mismas palabras que el Señor pronunció por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba en paz y llena de gente, y lo estaban también las ciudades de alrededor, y las regiones del Négueb y la llanura?

La desobediencia, causa del destierro

8El Señor se dirigió al profeta Zacarías, y le dijo: 9«Esto es lo que yo ordeno: Sean ustedes rectos en sus juicios, y bondadosos y compasivos unos con otros. 10No opriman a las viudas, ni a los huérfanos, ni a los extranjeros, ni a los pobres. No piensen en cómo hacerse daño unos a otros.» 11Pero el pueblo se negó a obedecer. Todos volvieron la espalda y se hicieron los sordos. 12Endurecieron su corazón como el diamante, para no escuchar la enseñanza y los mandatos que el Señor todopoderoso comunicó por su espíritu, por medio de los antiguos profetas.

Por eso el Señor se enojó mucho, 13y dijo: «Así como ellos no quisieron escucharme cuando yo los llamaba, tampoco yo los escucharé cuando ellos me invoquen. 14Por eso los dispersé como por un torbellino entre todas esas naciones que ellos no conocían, y tras ellos quedó el país convertido en un desierto donde nadie podía vivir. ¡Un país tan hermoso, y ellos lo convirtieron en desolación!»

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1En el año segundo del gobierno del rey Darío, el día primero del sexto mes, el Señor, por medio del profeta Hageo, se dirigió al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Salatiel, y al jefe de los sacerdotes, Josué, hijo de Josadac.

2-3Y esto es lo que dijo el Señor todopoderoso por medio del profeta: «Esta gente dice que todavía no es tiempo de reconstruir mi templo. 4¿Y acaso para ustedes sí es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas? 5Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 6Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto. 7Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 8Vayan a las montañas, traigan madera y construyan de nuevo el templo. Yo estaré allí contento, y mostraré mi gloria. 9Ustedes buscan mucho, pero encuentran poco; y lo que guardan en su casa, yo me lo llevo de un soplo. ¿Por qué? Pues porque mi casa está en ruinas, mientras que ustedes sólo se preocupan de sus propias casas. Yo, el Señor, lo afirmo. 10Por eso no cae para ustedes la lluvia, ni la tierra les da sus productos. 11Yo fui quien trajo la sequía sobre los campos y sobre los montes, sobre el trigo, los viñedos y los olivares, sobre las cosechas del campo, sobre los hombres y los animales, y sobre todas sus labores.»

12Zorobabel, Josué y el resto de la gente sintieron miedo cuando oyeron lo que el Señor les decía por medio del profeta Hageo, esto es, lo que Dios el Señor le había encargado que dijera. 13Entonces Hageo, el mensajero del Señor, les habló en nombre de Dios, diciéndoles: «El Señor dice: “Yo, el Señor, lo afirmo: Yo estoy con ustedes.”»

14-15De esta manera animó el Señor a Zorobabel, gobernador de Judá, a Josué, jefe de los sacerdotes, y al resto de la gente, y el día veinticuatro del sexto mes del año segundo del reinado de Darío empezaron a reconstruir el templo de su Dios, el Señor todopoderoso.

2El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, 2y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: 3«Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece éste que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? 4¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 5Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. 6Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. 7Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria.» El Señor todopoderoso lo afirma: 8«Míos son la plata y el oro. 9Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

10El día veinticuatro del noveno mes del mismo año del gobierno del rey Darío, el Señor se dirigió al profeta Hageo 11y le ordenó que, en el nombre del Señor todopoderoso, hiciera a los sacerdotes las siguientes preguntas en relación con la ley: 12«Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no. 13Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí.

14Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. 15De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo, 16¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte. 17Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo. 18Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo. 19Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”»

20Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo, 21y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra; 22destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano. 23Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

Llamamiento del Señor a su pueblo

1En el mes octavo del año segundo del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió este mensaje al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. Le dijo:

2-3«Yo, el Señor todopoderoso, me enojé mucho con los antepasados de ustedes. Por eso, dile ahora de mi parte al pueblo: “Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo. 4No hagan como sus antepasados, a quienes los antiguos profetas les dijeron de parte mía que abandonaran su mala conducta y sus malas acciones, pero ellos no quisieron escucharme ni hacerme caso. Yo, el Señor, lo afirmo. 5Pero ahora, ¿dónde están aquellos antepasados de ustedes? ¿Acaso vivirán siempre los profetas? 6Sin embargo, mis palabras y mandatos, que yo había encomendado a mis siervos los profetas, llegaron a los antepasados de ustedes. Y ellos se volvieron a mí, reconociendo que yo, el Señor todopoderoso, los había tratado como su conducta y sus acciones merecían.”»

Visión de los jinetes

7Éste es el mensaje que yo, el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, recibí del Señor el día veinticuatro del mes once (el llamado mes de Sebat) del año segundo del gobierno del rey Darío. 8Una noche tuve esta visión: Vi un jinete montado en un caballo rojo. Estaba parado en un valle, entre unos arrayanes, y detrás de él había un grupo de caballos, unos rojos, otros castaños y otros blancos. 9Yo pregunté: «Señor, ¿quiénes son esos jinetes?» Y el ángel que hablaba conmigo me contestó: «Yo te mostraré quiénes son.» 10Entonces el que estaba entre los arrayanes dijo: «Éstos son los que el Señor ha enviado a recorrer toda la tierra.»

11Los jinetes le dijeron entonces al ángel del Señor que estaba entre los arrayanes: «Hemos recorrido toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.» 12El ángel del Señor dijo: «Señor todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar aún antes de que vuelvas a tenerles compasión?»

13El Señor respondió con bondadosas palabras de consuelo al ángel que hablaba conmigo, 14y luego el ángel me ordenó que anunciara: «Esto dice el Señor todopoderoso: “Yo amo profundamente a Jerusalén y al monte Sión. 15Por eso mi furor se ha encendido contra esas naciones despreocupadas que, cuando yo estaba poco enojado, ayudaron a agravar la maldad. 16Por lo tanto, yo, el Señor, digo: Ahora me he vuelto con compasión a Jerusalén, y voy a hacer que el templo y toda la ciudad sean reconstruidos.”»

17El ángel me dijo además: «Anuncia también esto: “El Señor todopoderoso dice: Voy a hacer que mis ciudades prosperen mucho otra vez; voy a dar nuevo aliento a Sión, y voy a proclamar de nuevo a Jerusalén como mi ciudad elegida.”»

Visión de los cuernos y los herreros

18(2.1)Tuve otra visión, en la cual vi aparecer cuatro cuernos. 19(2.2)Le pregunté al ángel que estaba hablando conmigo qué significaban aquellos cuernos, y él me contestó: «Estos cuernos representan el poder de los que han dispersado por todas partes a los habitantes de Judá, Israel y Jerusalén.»

20(2.3)Después el Señor me hizo ver a cuatro herreros. 21(2.4)Yo pregunté: «¿A qué han venido estos herreros?» Y él me contestó: «Así como esos cuernos representan a los que dispersaron a Judá, de tal modo que nadie podía levantar cabeza, estos herreros han venido a hacer temblar de espanto y a cortarles los cuernos a las naciones que, dando cornadas a Judá, dispersaron a sus habitantes.»

Visión de la cinta de medir

2(5)Aún tuve otra visión. Se me apareció un hombre que llevaba en la mano una cinta de medir. 2(6)Le pregunté: «¿A dónde vas?» Y él me contestó: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para saber su largo y su ancho.»

3(7)Entonces vi que se iba el ángel que había hablado conmigo, y que otro ángel le salía al encuentro 4(8)y le decía: «Corre a decirle al joven que lleva la cinta de medir: “Jerusalén va a ser de nuevo habitada, y serán tantos sus habitantes y ganados que no podrá tener murallas. 5(9)Pero el Señor afirma: Yo seré como una muralla de fuego alrededor de Jerusalén, y en medio de la ciudad mostraré mi gloria.”»

El Señor salvará a su pueblo

6-7(10-11)El Señor afirma: «Yo hice que ustedes fueran dispersados en todas direcciones. Pero ahora les digo: ¡Huyan pronto del país del norte! ¡Escapen de Babilonia, donde viven desterrados ustedes, los que vivían en Sión! Yo, el Señor, lo afirmo.»

8-9(12-13)El Señor todopoderoso me ha enviado con este mensaje contra las naciones que los saquearon a ustedes: «Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos. Por eso, yo mismo lucharé contra esas naciones, y haré que sus propios esclavos las saqueen.» Así mostrará su gloria el Señor todopoderoso, y así comprenderán ustedes que él fue quien me envió.

10(14)El Señor afirma: «¡Canten de alegría, habitantes de Jerusalén, porque yo vengo a vivir entre ustedes!» 11(15)Cuando esto suceda, muchas naciones se unirán al Señor. Y él dirá: «También estas naciones serán pueblo mío. Y yo viviré entonces entre ustedes.» Así comprenderán ustedes que el Señor todopoderoso me ha enviado. 12(16)El Señor tomará nuevamente a Judá como su posesión especial en la tierra santa, y proclamará de nuevo a Jerusalén como su ciudad elegida.

13(17)¡Que todo el mundo guarde silencio ante el Señor, pues él viene a nosotros desde el santo lugar donde habita!

Visión del cambio de ropas de Josué

3Luego el Señor me mostró en una visión a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie en presencia del ángel del Señor. Al lado derecho de Josué estaba el ángel acusador, que se disponía a acusarlo. 2Entonces el ángel del Señor le dijo al ángel acusador: «¡Que el Señor te reprenda! ¡Que el Señor, que ama a Jerusalén, te reprenda! Pues este hombre es como un carbón encendido sacado de entre las brasas.» 3Josué, vestido con ropas muy sucias, permanecía de pie en presencia del ángel del Señor. 4Entonces el ángel ordenó a sus ayudantes que le quitaran a Josué aquellas ropas sucias. Luego le dijo: «Mira, esto significa que te he quitado tus pecados. ¡Ahora voy a hacer que te vistan de fiesta!» 5En seguida ordenó a sus ayudantes que pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza. Ellos se lo pusieron, y después le vistieron con ropas de fiesta. Mientras tanto, el ángel permanecía de pie.

6Luego el ángel del Señor le dijo a Josué: 7«Esto dice el Señor todopoderoso: “Anda por mis caminos y cumple todos los deberes que te he encomendado. Si lo haces así, quedarás encargado de mi templo. Cuidarás de él y de sus atrios, y yo te daré un puesto entre estos ángeles que están a mi servicio. 8Escucha bien, Josué, tú que eres el sumo sacerdote, y que escuchen también tus compañeros de la junta sacerdotal, pues todos ustedes son como una señal profética: Voy a traer a mi siervo, el Retoño. 9Yo he puesto delante de Josué una piedra de siete lados, y yo mismo grabaré en ella una inscripción. Luego, en un solo día, quitaré el pecado de este país. 10Cuando llegue ese día, podrán ustedes convidarse unos a otros a disfrutar de paz a la sombra de sus vides y sus higueras. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.”»

Visión del candelabro y los olivos

4Volvió entonces el ángel que hablaba conmigo, y me despertó como se despierta a uno que está dormido. Me preguntó: 2«¿Qué ves?» Y yo le contesté: «Veo un candelabro de oro, con un depósito de aceite encima. En lo alto tiene siete lámparas, a las que llega el aceite por siete tubos. 3Junto al candelabro hay dos olivos, uno a su derecha y otro a su izquierda.»

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «¿No sabes lo que significa?» Yo le dije: «No, señor.»

6Y él continuó: «Éste es el mensaje del Señor para Zorobabel: “No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso. 7¿Quién eres tú, gran montaña? ¡Quedarás convertida en llanura delante de Zorobabel! Él sacará la piedra principal, mientras grita la gente: ¡Qué hermosa es! ¡Qué hermosa!”»

8Después me dio el Señor otro mensaje: 9«Zorobabel ha puesto los cimientos de este templo, y él mismo será quien lo termine.» Así reconocerán ustedes que fue el Señor todopoderoso quien me envió. 10«Aquellos que no tomaron en serio los pequeños comienzos, ahora se alegrarán viendo a Zorobabel terminar las obras.»

Después de esto, el ángel añadió: «Estas siete lámparas son los ojos del Señor, que están recorriendo toda la tierra.»

11Yo le pregunté: «¿Qué son esos dos olivos, uno a cada lado del candelabro?» 12También le pregunté: «¿Y qué significan esas dos ramas de olivo que están junto a los tubos de oro por donde llega el aceite a las lámparas?» 13El ángel me respondió: «¿No sabes lo que significan?» Le dije: «No, señor.»

14Y él me contestó: «Éstos son los dos que han sido consagrados para el servicio del Señor de toda la tierra.»

Visión del rollo escrito

5Tuve otra visión. Vi un rollo escrito, que volaba. 2El ángel me preguntó: «¿Qué ves?» Le contesté: «Veo un rollo escrito, que vuela; mide nueve metros de largo por cuatro metros y medio de ancho.»

3Me dijo entonces: «Ahí está escrita la maldición que alcanza a todo el país. Según lo escrito por ambos lados, nadie que robe o que jure en falso puede quedar sin castigo. 4El Señor todopoderoso afirma: “Yo envío esta maldición para que entre en casa del que roba y en casa del que jura en falso por mi nombre. Y la maldición permanecerá allí hasta que no queden ni vigas ni piedras.”»

Visión de la medida y la mujer

5Luego salió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: «¡Fíjate en eso que aparece ahora!» 6Le pregunté: «¿Qué es eso?» Él me contestó: «Es una medida. Es la medida del pecado de los que viven en el país.»

7La medida estaba cubierta con una tapa de plomo. Y fue levantada la tapa, y había una mujer sentada dentro de la medida. 8Me dijo el ángel: «Esa mujer es la maldad.» Y la empujó adentro de la medida, y la cerró con la tapa de plomo.

9Miré otra vez, y vi aparecer dos mujeres. Tenían alas, y el viento las impulsaba. Eran alas como de cigüeña, y llevaban la medida por los aires.

10Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan esa medida?» 11Y él me contestó: «Van a construirle un templo en Babilonia. Cuando ya esté terminado el templo, la instalarán allí, sobre un pedestal.»

Visión de los cuatro carros de guerra

6Tuve otra visión. Vi aparecer cuatro carros de guerra por entre dos montañas de bronce. 2El primer carro iba tirado por caballos rojos; el segundo, por caballos negros; 3el tercero, por caballos blancos; y el cuarto, por caballos tordillos.

4Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5El ángel me contestó: «Éstos son los cuatro vientos, que salen de delante del Señor de toda la tierra. 6El carro tirado por caballos negros va al país del norte; el tirado por caballos blancos, al país del poniente; y el tirado por caballos tordillos, al país del sur.»

7Y salieron los caballos tordillos, ansiosos de recorrer toda la tierra. El ángel les dijo: «Recorran toda la tierra.» Y ellos lo hicieron así.

8Después de esto, el ángel me gritó: «¡Mira, los que fueron al país del norte van a calmar el enojo del Señor en ese país!»

9El Señor me dio este mensaje: 10«Recoge una colecta entre los desterrados que ya han regresado de Babilonia: Heldai, Tobías y Jedaías. Luego, en el mismo día, vete a casa de Josías, hijo de Sofonías.

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